Paco, Nadia, Laura, Marta, Luis, Jorge, Elena. Personajes de Pablo Aranda. «Para dormirme imaginaba historias, aún hoy, pero me sentía incapaz de encontrar nombres para los personajes que me acompañaban». Pablo los encontró. El Richa, Pelusa. Ahí están dibujados, escritos en letra impresa, esos nombres de ficción. De La otra ciudad a Ucrania. Y esta tarde los ha recordado en su pregón de la 37 (trigésimoséptima) Feria del Libro de Málaga, original, profundo, salpicado con su particular humorismo.
Aranda, el escritor que cronometra cuándo tiempo tarda en leer un libro. De un mal golpe, de Félix Bayón, dos horas y veinte minutos. La que más, Ulises, de Joyce (20 horas). La que menos, Hermana muerte, de Justo Navarro (una hora y 40 minutos). «Las de Garriga Vela es que no hay forma de acabarlas». Soler miró a su derecha y Garriga ni se lo creía. «Estoy mosqueado, ¿qué le he hecho a Pablo?». Las bromas de Pablo Aranda.
El pregón, titulado los dos lados de la ventana duró 15 minutos. 15 páginas. Aranda, viajero infatigable (aunque no tanto, yo le he oído rechazar un viaje que le ofrecía un editor: «Déjame que descanse un poco en Málaga»), fue presentado por Salvador Moreno Peralta. En primer fila, Alfredo Taján, vibrante capitán del Instituto Municipal del Libro, y Teodoro León Gross, que lleva dos semanas publicando sus artículos de un modo fragmentario, con ideas y frases de la campaña. Teo, fiel al primer mandamiento de cualquier columnista: «No aburrir ni a Dios sobre todas las cosas» (Manuel Alcántara dixit).
Moreno Peralta recordó a una nutrida representación de los que escriben en Málaga, uno de los lugares del país, junto a León, donde más han proliferado los narradores. Y animó a los gacetilleros de la ciudad: «Aquí se practica uno de los mejores periodismo de toda España». Y denunció que algunos ven en lo malagueño un salvoconducto para sólo buscar valores locales, provincianos.
En octubre de 2003, en un artículo publicado en Sur, Aranda ya dejó clara una visión similar a la de Moreno Peralta: «No somos los mejores y eso es bueno. Ser el mejor, o casi, acaba imprimiendo carácter, cierto aire de superioridad, de perdona vidas, de si te miro dame las gracias (recuerdo aquel título de Terenci Moix: El amargo don de la belleza). No somos los mejores y Málaga no es el centro. No lo pretendamos tampoco. En Málaga se puede vivir bien y se podría vivir bastante mejor, preocupémonos de eso».
Pablo Aranda se seguirá preocupando de buscar nuevas historias. Ya llevará más de 100 páginas de la próxima novela. Y seguirá buceando en las librerías de la ciudad, de ésta y de otras.