Ignacio Carrión: «Escribir para mí es la única forma de salvación, no concibo otra. Creo que las cosas no existen hasta que son escritas». Lo dijo ayer en el encuentro digital de EL MUNDO. Este periodista y escritor fue en 1995 ganador del Premio Nadal con Cruzar el Danubio, una melancólica novela de reporteros ambientada en Viena. Félix Bayón fue el finalista del Nadal de ese año con su novela Adosados.
Ignacio Carrión, que ha trabajado en las últimas décadas en El País, sostiene que su mejor etapa como periodista fue en Diario 16 y, sobre todo, en Cambio 16 cuando era corresponsal en Estados Unidos. Soberbio un gran reportaje buscando las raíces de Marilyn Monroe. Historias propias, sin estar pegadas necesariamente a la actualidad más inmediata, de un periodista firme defensor de la frase corta, de escribir lo más cerca posible del punto final. Siempre mirando al entrevistado, describiendo sus gestos y manera de vestir. Un gran seguidor (quizá sin saberlo a fondo) del mejor Nuevo Periodismo.
«Mis trabajos tuvieron éxito por la forma de relacionarme con el medio en el que trabajaba, los periodistas con los que hablaba a diario, y por la manera de mirar el mundo de EEUU. Viajar por aquel inmenso país y describir lo que yo creía relevante y no solamente las mierdecitas políticas diarias, lo que ahora parece que todos los periodistas tienen que hacer. El lector quiere una identificación personal con quien escribe, ese es el gran periodismo. No creo en otro».
Consejos Carrión: «Les animaría a que escriban quienes tengan esa vocación. Siempre he creído que para entrar a un periódico hay que llamar a la puerta y que para escribir hay que hacer lo mismo, escribir. Y no se desanimen, escribir es un proceso muy largo con pequeñas, incluso diminutas, gratificaciones, pero uno crece enormemente si escribe. A escribir».