La primera vez que estuve en su casa (para una entrevista preFeria, en 1994, para Diario 16 Málaga) me sorprendieron las exquisitas formas y excelente conversación de un político que sólo conocía por ruedas de prensa y presentaciones en público. Pedro Aparicio tenía una gran colección de locomotoras, muchos papeles en su mesa y una amplia colección de CD (y discos vinilo) de música clásica. Eran las 12 de la mañana. Mes de agosto. Y Aparicio tenía echadas las cortinas de su despacho. No le gustaba que entrara la luz natural y se ponía los auriculares, mientras Jesús Domínguez le fotografiaba para la entrevista pregunta-respuesta del suplemento Escuela de Calor de D16 que coordinaba Pepa Villalobos.
La otra entrevista fue también en verano, en julio de 1999. Acababa de regresar de Japón y llevaba unos meses trabajando en la redacción central de EL MUNDO en Madrid. Esta vez el encuentro periodístico tuvo como escenario el jardín de su dacha malagueña. Hablamos de política, de cómo el PSOE lo había hecho muy mal en la última etapa de González, de su posición como presidente del PSOE de Andalucía y de su vida entre Bruselas, Estrasburgo y su cómoda casa del barrio de Pedregalejo. También fue Domínguez quien le fotografió. Esta vez acariciando a su peludo perro.
La última ha sido muy reciente y fugaz, a una hora intempestiva, a las 6.40 de la mañana, a punto de tomar el Talgo dirección Madrid. De testigos Moreno Peralta, León Gross, Rafael Porras, Tomás Mayoral, Antonio Méndez, Pedro Farias y Francis Paniagua. Aparicio se interesó por la publicación de El viaje de los ingleses.
Pedro Aparicio fue alcalde de Málaga 16 años. Le sobró la última legislatura, pero durante diez años fue el impulsor de la Málaga actual, vibrante y de futuro. Se inventó el eslogan de «capital del Sur de Europa» y, odiando el ruido y el jolglorio, transformó la Feria de Málaga. También rehabilitó el Teatro Cervantes y, siempre pudoroso, tan sólo puso su nombre en la placa del edificio del Archivo Municipal.
Civismo. Tituló Antonio Soler el artículo de ayer en EL MUNDO de Andalucía. Sí, los que oíamos, tomamos notas y aprendimos de Aparicio en su charla del lunes en el Ateneo de Málaga, verificamos una vez más que Málaga tuvo un alcalde un tanto adelantado a su tiempo, que con sus errores (como todos), pero con indudables aciertos, pilotó la modernidad de una urbe cuyo modelo fuera Niza.