«Es un libro conversacional, con una prosa bien alimentada, que lo mimo habla del Trabuco -Villanueva del Trabuco, un pueblo del interior de Málaga- que de Londres o Boston». En A pluma abierta (ediciones Balcón) están todas las influencias del autor, la mayoría muy Manhattan: Woody Allen, Scarlett Johansson (ahora fotógrafa en la película de verano que rueda Allen en Barcelona)… También Dublineses, El Gatopardo…
Aguilera cuenta su vida (también la de su perro Bartolo), la influencia de Bach y Serrat, su querencia por las bibliotecas, «templos cuyo incienso es el aroma a papel viejo», cuenta García… El autor confiesa: ha convertido su «afición» al articulismo en una «adicción».
Tras hojear el libro de salmos en inglés, busco con Álvaro García las tumbas de Jorge Guillén y de Gerald Brenan: blanquísima, vertical, el hispanista británico nacido en Malta y que murió en Alhaurín El Grande. También Marjorie-Grice-Hutchinson. O los náugrafos de la Gneisenau, en cuyo memoria se construyó el Puente de los Alemanes, el que comunica el Perchel con el centro.
En el Cementerio Inglés van a construir columbarios, aunque muchos desearían un salón de actos. Eso sí, ya no admitirá más enterramientos. Mientras, los vándalos siguen asaltando tumbas. Y Violette, la niña que murió con meses («Vivió lo que dura una violeta»), seguirá ahí, al Este de Málaga, en la avenida de Príes. Camposanto británico que quiere abrirse a la ciudad.