Continúa el debate sobre la calidad de vida en Málaga. Los hay, como José María de Loma en su Cuadernos de Verano, de La Opinión de Málaga, que pasea a su intrépido personaje Arturito Torremocha para ironizar sobre el potencial de Málaga: «El paraíso está aquí mismo».
Teodoro León Gross escribe hoy un artículo en Sur titulado Vivir bien que termina con una frase lapidaria: «El conformismo ralentiza el progreso». Juan Cruz, en El País, en un reportaje de agosto de 2004 definía a Málaga: «He aquí una ciudad feliz».
Y Rafael Porras, en su dominical Fuera de guión, de EL MUNDO de Málaga, cita al historiador económico Carlo M. Cipolla, al novelista Justo Navarro (que vivió algunos años en un piso de la Prolongación de la Alameda) y al arquitecto, renacentista y gran conversador Salvador Moreno Peralta para construir su teoría del «discurso empalagoso de la autocomplacencia». Destacó el retrato de Antonio Soler de esta ciudad:
Lo mejor:
Un día de primavera y el sudor leve de una botella de vino blanco al borde del mar
El escepticismo
Una bocanada de azahar
El Mediterráneo concentrado, hecho imaginación
El cosmopolitismo
Lo peor:
La indolencia
Los poetrastos del azahar
Los malaguitas, la peor casta del chovinismo
La caspa del XIX que todavía adorna el cerebro de algunos capitostes
El ruido
… Y para terminar:
Lo mejor y lo peor: El caos, lo espontáneo, la ironía, el sarcasmo
Lo mejor: La convivencia de lo mejor y lo peor