El español Adolfo Nicolás es el nuevo Superior General de los Jesuitas. Ha vivido 43 años en Japón. Evangelizando en un país en el que los católicos apenas representan el 1% de la población. Como el padre Arrupe, testigo directo de la bomba atómica en Hiroshima. O como el jesuita mallorquín José Llompart Verd cuyo libro (muy recomendable), Lo aprendí en Japón, empecé a leer en una cafetería del urgentísimo barrio de Shibuya.
Nicolás ha enseñado en la Universidad de Sophia en el 7-1 de Kio-Cho, en la estación de metro de Ichigaya, en el distrito de Chiyoda. Veo su cara y quizá él estaba en aquellos domingos por la mañana, en la iglesia jesuita de Tokio, donde las niponas católicas iban con velo blanco en misa, me hice amigo de Lourdes, una santanderina, y de su marido, un diplomático paraguayo. Y aprendí más de los Cristianos Ocultos, el estudio de mi amiga Tomoko Murano. Los discípulos de Zabieru, San Francisco Javier. Católicos en la antigua Zipango. Como Arrupe. O Nicolás. Los tres españoles. Los tres del Norte. Los tres ajaponesados.
Omedetou, Nicolás-san!