Era una mañana prístina, de aire limpio y mirada infinita. Sentiste cómo la calle te animaba a darte una caminata en dirección al centro. Sabías que no era un día normal, ni siquiera un domingo de los corrientes. Tu Domingo de Ramos más especial, el que siempre quisiste que regresara, estaba otra vez aquí, dispuesto a reconciliarte con el rito que ya miras desde una distancia altiva, desenfocando sus elementos religiosos y quedándote con la melancolía de la niñez perdida.
Pero este Domingo de Ramos sabes que verás a la ciudad de otra forma, hay algo que nació hace casi un año y que ya es imprescindible en el renovado motor de tu vida. Estás ya listo para revivir sensaciones ya alejadas en esa memoria que, poco a poco, muy lentamente, empiezas a recuperar.
Jorge, la gran ilusión, el niño que miras mirándote a ti mismo en la niñez, está a punto de cumplir un año y esta mañana verás la Pollinica con él. Te llevarás la cámara de fotos para captar su imagen de sorpresa ante una tradición que poco a poco le empezarás a explicar. Fue en la mañana del Domingo de Ramos de 2008.