Agustín Fernández Mallo interviene esta tarde (19 horas, Paseo de Reding) en Mutaciones, tendencias y efectivos de la narrativa contemporánea, las Jornadas que organiza el Instituto Municipal del Libro de Málaga. Tenía mucho interés en asistir a la charla de mi tocayo, pero en un par de horas me marcho a Mallorca a un viaje de prensa. «Nos cruzaremos en el aire», me dijo ayer Fernández Mallo.
El primer día de las Jornadas tuvo disparidad de enfoques y propuestas. Andrés Reina habló de «trayecto heredado», que sugiere un «camino avanzado» en vez de tradición literaria. Las influencias de Andrés Ibáñez, Roberto Bolaños o Llámame Brooklyn, de Eduardo Lago.
Gabi Martínez reinvidicó ficción en la no ficción. Andrés Barba, finalista del Premio Herralde, abogó por «más Clarín que DeLillo« y habló de las imágenes prohibidas en el Hollywood de los 30 y 40 (no podían exhibirse ombligos) o la censura francesa, que no podía reproducir imágenes de chicas «con aspecto de menor». Menéndez Salmón, autor muy recomendado por el pacífico Garriga Vela, y los referentes de Faulkner, Rimbaud o Italo Calvino. «El miedo es la ideología dominante de nuestro tiempo», abundó Menéndez Salmón.
Hubo un decálogo disparatado de un tipo al que no me gustaría encontrarme de nuevo. Se hablaba de la Generación Nocilla, pero nocilleros no había muchos. Un grupo de escritores de treinta y tantos, algunos ya casi con 40 o más que escribe con formas y contenidos dispares. No todos son Fernández Mallo, ni lo pretenden, pero los hay que quieren apuntarse a la moda, quizá un invento periodístico, un gancho de titular de suplemento más que una nueva narrativa española.