García Márquez sigue leyendo los periódicos en papel. Y muchos días se asusta de la «mala calidad del periodismo escrito«.
Quiere que el reportero tenga más tiempo para escribir su historia, que el cierre no sea una excusa para que el reportaje o la crónica o la información quede deshilada, sin detalles y con errores que podrían solucionarse demorando el deadline.
GM tiene razón, pero no es menos cierto que muchas veces -mi experiencia así lo demuestra- se escribe bien o incluso mucho mejor cuando tienes al redactor jefe mordiéndote el cogote, entrega ya la página, joder, escribe a toda hos…
Si tienes todo el reloj para ti puede que te confíes, escribas más lento, sin ritmo y es entonces cuando se publica de modo correcto, sin problemas, pero como un funcionario de prosa y no de periodista preocupado de un titular atractivo y un texto que se lea como si fuera música, fluido como un buen baile.
García Márquez tiene razón al sufrir como un perro por los bodrios que se escriben, pero quizás sufrió incluso más al leer el artículo que le dedicó Muñoz Molina en el país hace un mes. Y lo clavó. «El amigo del tirano», creo recordar que se llamaba. Ya está bien de idolatrar en todo a un fantástico escritor que se equivoca muchísimo en algunas cosas, como en su amistad y veneración con Fidel Castro. Yo también sufro como un perro cuando lo veo de pachanga con el dictador.