Salgo del Sanatorio Marítimo de Torremolinos tras ver a mi abuela, hospitalizada. Esta mañana muy despierta y queriendo salir de allí. «Quítame las zapatillas». «Ponme los zapatos».
El día luce como si fuese primavera en este otoño que parecía invierno en el Norte. Me sobra el chaquetón y el jersey. Una pareja patina por el Paseo a la altura del antiguo hotel Pontinental. A lo lejos se observa Málaga, la Bahía. Y nevada Sierra Nevada.
Me siento en el chiringuito Morales. Zumo de naranja recién exprimido y cuatro periódicos en la mesa. Escucho la radio. A vivir que son dos días. Domi del Postigo conversa con Pablo Aranda. Un sur de libros. Pablo habla hoy de libros de trenes. El final de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Los cuentos de Ignacio Aldecoa. Una novela de Antonio Fontana, El perdón de los pecados. Domi recuerda la vocación viajera de Pablo, su Málaga-Calculta. Otro viaje a bordo del Transiberiano: Málaga-Beijing. «Pekín», precisa Del Postigo.
Prosigo mi viaje con Pablo escuchando ficciones de trenes y leo el obituario escrito por Felipe Sahagún de Mark Felt, Garganta Profunda, el fuente anónima más famosa de la historia. El hombre que ayudó a Woodward y Bernstein a desvelar el caso Watergate.
Apunto ideas en el colapsado bloc de notas del móvil mientras aprovecho que es la 1 en punto para tomar el sol, picajoso, solemne. Al lado se sienta una alemana que pide Bitter Kas con limón, calamaritos y chanquetes. «No, lo siento, están prohibidos», dice la camarera. Y la teutona dice ¡qué lástima! Ella toma el sol. Le acompaña un tipo que no parece ser ni su novio, ni su pareja. Tampoco su padre. Un hombre 20 años mayor que ella. Puede que sea su tío, imagino.
Continúa la sinfonía de sonidos, de audios de la radio. Un hombre, en los años 50 del siglo pasado, alquilaba una radio a una peseta la hora para escuchar los partidos del Club Deportivo Málaga o el Real Madrid de Di Stéfano.
Hamacas apiladas, gorriones trepando por las sombrillas que esperan 30 grados a la sombra. Un avión de Thomas Cook aterriza en el Aeropuerto. La alemana recibe una llamada. «No sabes qué sol hace aquí. Es increíble. Y me estoy tomando un carajillo. ¡¡Cómo no tenían cava!!». Ella se quita las botas, se queda descalza, se ajusta la coleta y se va la playa acompañada del misterioso hombre que no sé si será su tío o primo mayor.
Empiezan a calentarse los espetos. Al fondo un velero. Una niña se tira del columpio. Playa de los Álamos. Especialidades en paella y pescaítos. Lo anunciaba el servilletero: Gracias por su visita.
¡Qué bonito post!, parece que la primavera se ha colado en el calendario ahora que debería asomar el invierno, en la sierra segoviana se come en la calle rodeada de un jardín con restos de nieve, pero cuando el tímido sol se esconde tras las montañas la temperatura nos devuelve a la realidad ,21 de Diciembre, a las puertas de que los niños de San Ildefonso repartan mucha ilusión y algo de fortuna..
Quizá como la del hombre mayor al que le ha tocado la compañía de la teutona.., o es la teutona la que ha buscado su peculiar lotería en el señor mayor? quién sabe.. jaja, o porque no iba a ser su tío..
Ayy todo es posible en esta ciudad del paraiso
Ana, gracias por tu comentario y tu crónica del invierno segoviano.