A media tarde, mientras atendía llamadas al móvil, recibí un correo electrónico con remitente empresarial. Pensé que sería otro envío más sin alma. Estaba equivocado. Inmediatamente me di cuenta que esa persona me conocía desde hace tiempo. Por el diminutivo de mi apellido sólo me suelen nombrar los compañeros, entrañables, vívidos, de Diario 16.
«Desde aquellos tiempos de Diario 16 Málaga, de fascículos con aroma de incienso, de tardes de domingo y cafés con Rafael Contreras ha pasado algo de tiempo, quizás años. Esto no ha evitado que la huella del olvido te hiciera desaparecer», escribe mi amigo 16.
Estos son los e-mails que uno va buscando entre la maraña que recibe a diario. O esa llamada, inesperada, de hoy de David. O la de Michael desde Berlín. Llamadas y correos de reencuentros, después de años, incluso de más de una década, como el e-mail de esta tarde, aquel amigo con el que compartí teclado y pantalla verde de ordenador en aquella redacción con vistas al Mediterráneo Malagueta.
Mañana enviaré un correo electrónico a una amiga que vive en otro continente. Es su cumpleaños y siempre me acuerdo de ella. Esos pasajes y paisajes que jamás se olvidan, que van en tu alma, como el emotivo correo que he recibido de Antonio.
Totalmente de acuerdo, siempre es bonito saber que hay alguien que se acuerda de ti, a pesar de los días sin tiempo, a pesar de los caminos separados, a pesar de la vorágine diaria.., cuando recibes esa muestra de “no te he olvidado” siempre se escapa una sonrisa, es el alimento del alma. Y es que hay sentimientos que el golpe del tiempo no borra.