Javier Ortiz ya no escribirá más columnas. Ni más Apuntes del Natural, uno de los géneros más fascinantes que jamás haya leído, una suerte de diario intemporal, con reflexiones humanas, profanas, sinceras, en los que daba claves del making of de sus artículos y cómo se llevaba con su familia y el periodismo.
Creo que nunca hablé con Ortiz, pero siempre sonreía y saludaba con un enérgico «¡Hola!» cada vez que nos cruzábamos (sin saber él nada de mí y yo mucho de él) en la primera planta de la redacción de EL MUNDO de la calle Pradillo. Su carcajada era tan sólo una décima de punto inferior en intensidad a la del inolvidable Félix Bayón. Sus textos, siempre bien cuidados y editados. Escribía editoriales de urgencia y entraba al trapo en el debate de ideas de las reuniones del Consejo Editorial de los lunes por la mañana.
Muere uno de los grandes de la columna, como he recordado esta tarde en la tertulia Síntesis, de Prensa FM, que pilotan Carlos Pérez Ariza y José María de Loma.
Aquí tres textos sobre Ortiz que dan excelentes claves de su faceta humana y profesional:
Carlos Sánchez, en El Confidencial.
Pedro García Cuartango, en EL MUNDO.
Roberto Díez, en su Bandolera.