«Siempre se cuenta la misma historia. El viaje como transformación es el único relato posible. Por el camino se aprende. Y sólo hay una cosa que vale la pena aprender: el sentido de la muerte» (Se lo cuenta la directora de cine Yesim Ustaoglu a Luis Martínez. Hoy, en EL MUNDO).
Sánchez Dragó dijo hace años que cualquier novela tiene al menos uno de estos tres elementos: amor, viaje y muerte.
He leído relatos que carecían de este tripartito. No necesariamente eran malos. La vida está hecha también de más ingredientes, por ejemplo, la amistad, aunque pregunto: ¿Acaso no es también una forma de amor, quizá menos intensa, pero más duradera? Porque podemos aceptar que una relación acabe, pero no perder a un amigo de la infancia. Y soy afortunado: mantengo a muchos.
¿Empiezo el fin de semana contando la misma historia?
Otro viernes con proyectos razonables para el sábado y el domingo. Sitios a los que ir y a los que no acabaré yendo. Y cosas que ni sospecho que haré. Personas que conoceré en ese rumbo incierto de la trémula madrugada. Y otras que quiero volver a ver y cuyo nombre visualizaré en la agenda del móvil y no recibiré sus llamadas. Ni las suyas, ni las mías. Y eso que las aprecio y quiero.
Domingo de sol, ya sin baloncesto. Tardes de sábado entre lecturas babelias. Viernes nocturnos, de cine en solitaria compañía. Fin de semana de escritura blogueriana.
Y sigo esperando ese correo electrónico, ese SMS. La llamada. De alguien que fue muy importante y que ahora ya no sabes si sólo fue ¿un sueño?
No, nunca es la misma historia, quizá un guión similar, pero siempre una historia diferente. Quiero pensar así, que cada día es una historia diferente, que no es la repetición del día anterior, ni la copia del de mañana, quiero pensar que me espera lo inesperado.
Sí, llega el Domingo y el fin de semana ha tenido mucho en común con muchos otros, pero también lo he llenado de momentos que no se repetirán, las risas y caricias de Beatriz, una pequeña de tres años, guardaré sus fotos y el recuerdo del sonido de su risa, pero ese momento es único no se repetirá, ni muchos otros, contemplaré mil tormentas más e inspiraré mil veces más ese olor inconfundible a tierra mojada, pero no será la misma tormenta, celebraré otros cumpleaños y reuniones familiares, con las mismas conversaciones que se repiten una y otra vez en cada evento familiar, pero no volverá a ser el mismo momento, quizá porque mañana yo habré cambiado algo dentro de mí o no.. o simplemente porque la historia no se repite.
Y a lo largo de mi historia, habrá viajes, muchos espero, algo de amor y la inevitable muerte.., pero claro que cualquier relato tiene mucho más, por supuesto de amistad, de las amistades que te sorprenden, de las que te decepcionan, de las que guardas y de la que pierdes, pero de amistad.., y como todos esperaré esa señal de ese alguien quien un día fue importante, pero se quedo allí en el pasado, en la memoria , pero que no fue un sueño, simplemente una realidad con fecha de caducidad.. y mientras seguiré mandando señales a la gente que apreció para que no sientan la decepción de mi olvido..y aún así sin darme cuenta quizá decepcione a alguien o habrá para quien mis señales resulten incómodas o pesadas, pero siempre serán señales cargadas de buenos deseos y siempre existe la posibilidad de obviarlas.
Y contesto a otra pregunta, por supuesto que la amistad es otra manera de amor, para mí una manera de amor más generosa, una manera de amor que no es excluyente, que no pide exclusividad, pero a veces algo equívoca, quizá porque nos resulta muy fácil ponerle a alguien el título de amigo y amigos de verdad, de los que sabes que siempre están cerca hay pocos, pero por suerte los hay, aunque no te acompañen desde la niñez, aunque se hayan montado en tu vagón una vez que el viaje ya está avanzado, pero que esperas que de alguna manera te acompañen hasta la última estación.
Bueno hasta aquí mis reflexiones, que ya he abusado mucho de este espacio cedido en bitácora ajena.