Una cena en Madrid después de la presentación de Marea muerta, el libro de Juan Barber en la FNAC de Callao. Con Nina, con Garriga, con Pilar, con Carmen. Complicidades. El sabor de la incipiente amistad intergeneracional.
Un aperitivo, una Nochebuena al mediodía de principios de siglo. El Bogart que preside el salón de su casa de Sancha de Lara y que una vez acompañó a Garriga en una foto que le tomó Jesús Domínguez para El Cultural. Memorión de libros, películas y citas sin dárselas de nada.
El encuentro maravilloso en los estudios de la Ciudad de la Luz de Alicante. Las risas con su peluca y la mía. Vestido de policía gris. Joaquín queriendo conocer a Banderas. Y allí, con Pablo Aranda, Luisito Sanjuán, Fernando Arcas y Antonio Soler. Peliculeros.
Mediodía, finales de mayo de 2007. Quedamos en Luces. Paseamos con tranquilidad hasta la Feria del Libro, el Parque. Subimos a su casa, repletísima de más libros, bien ordenados. Vuelta a la librería.
La tarde con Joaquín. Generosa presentación. Me regala un libro de cine negro.
Noche de Reyes, mirando los libros que había vendido en Luces. Cansado, pero feliz.
El verano pasado. ¿Estás escribiendo?- me preguntó.
La última vez que le vi. Enero o por ahí. Con sombrero, paseando por calle Granada. Ya enfermo, débil, me sonrió.
Hoy hemos despedido a Joaquín Ortega, sonrisa plácida, lector voraz, uno de los mejores que jamás haya tenido Málaga, atento y entusiasta de la cultura. Los amigos, con Pilar: “Olvida los últimos meses. Piensa en todos esos años maravillosos”, le dice un íntimo. No se me ocurre nada mejor. Yo le doy dos besos a Pilar y a su hija. Torpe en palabras, sólo doy el pésame. Venciendo el pudor, escribo mis momentos con él. Es bueno hacer memoria y que quede constancia.
Joaquín, un excelente tipo que siempre supo cuán importante es el tesoro de la amistad.