– Hará mucho viento, mejor le reservo la mesa dentro- avisa la encargada.
Fuera, a las 21.30 horas, no hacía frío. Tampoco ráfagas de aire. La ensalada contiene una buena dosis de mango y jugosas navajas. Una suerte de estofado con verduras se convierte en el segundo plato. Sorbete de mandarina y helado. El Candado Beach está a ras de arena. El servicio es rápido y amable. De día promete más.
Apenas un kilómetro al Este, en La Araña, un chiringuito que aspiró a ser de lujo, ofrece un interior de pegajoso/bar enclavado en barrio Western. La clientela tampoco es precisamente cinco estrellas. Dan ganas de salir corriendo, pero el mar está más cerca incluso que en Candado Beach. Se huele y se oye el Mediterráneo nocturno que coquetea con el plácido otoño de Málaga. Los sillones blancos, la vista de la Bahía y la luz intermitente de un faro lejano encienden la noche trasmutada en pasión por la vida. Aquello fue Alegría.