Creo en la imaginación, en la ficción, en el valor de lo inventado. Me gustan las historias, pero el artículo de ayer en El País de Vicente Verdú me ha hecho reflexionar. «Testimonios de verdad o de intimidad absoluta dan su mejor contenido a la obra y dan sentido, simultáneamente, al ejercicio de una creación verdadera, escrita o no», escribe el ensayista.
El periodismo, lo que más fascina, se fundamenta en los hechos, en la realidad. ¿Y por eso hay que pensar que la novela de un tiempo pasado, una historia cinematográfica pretérita no tiene sentido narrarla si no se cuenta con «el valor de lo vivido», como cuenta Verdú?
¿Tendrá razón lo que escribe el autor de Contra la imaginación?: «A igual nivel de calidad, una historia vivida, sin embargo, una comunicación de la experiencia propia o una confesión personal de lo vivido, sus enredos, logros y contradicciones, sólo puede ofrecerlo su autor / protagonista y en ello reside el emergente valor de la ‘no ficción'».