Acostado en el sofá laloazul, la televisión LED sorprende con una derrota atolondrada. Empieza el Mundial. Suiza nos jode. Este año, como que tampoco. A pesar del fracaso, hay que darse una Alegría sin siesta. Sólo para abonados.
Hoy no podemos perder. Honduras. ¿Era El Salvador? La bandera roja ondea en el epicentro de Pedregalejo. Ganamos. Cruzamos la acera. Alitas de pollo, pollo, en el brasileño.
Contra Chile, a los Yelmo de La Cala. En Alta Definición. Sin 3D. Pasamos la primera fase. Grito ¡fuera, fuera! Aborrezco cómo ¿jugamos? los últimos diez minutos. La cúpula grita un eco nipón: “Nandayó!!!”. La chica de las chuches sirve fresones sin rebeldía. Allá ella.
El último partido juntos. Portugal. Villa triunfó. CR9 escupe a la cámara. Casi nos salpica. Bolivia huele a espetos ibéricos. Bocado.
Paraguay y Alemania en Arcadia feliz. Ya escribí un post. Los partidos con Jorgito/Piqué. Carlotilla se asusta. En cinco años la llevo a La Rosaleda. Waka, waka. Porque esto es Málaga.
La final en Mallorca. En la Petit Garden, en Illetas, me sorprendí en la noche deseada. Lorenzo Marina grita sin remedio. Un baño en el Sur del Moral con Lalorojo. Locos en la Plaza de las Tortuga de Juan Carlos I (el Borbónvent). El Populart de Javi insiste en sonidos ochenta. Las portadas de los periódicos en Internet arrojan sombras: tópicos de cine, obviedades de parvulitos. Esto no es Periodismo. Me acuesto campeón. Seguí la barca. Al fallecer la tarde, nueve días después, duelen los dulces alicates del éxito rojo.