Pepe Griñán agostea tras cargarse las primarias en el PSOE andaluz, sufrir el cogote de Javier Arenas (a la caza de la mayoría absoluta), y con medio equipo de Gobierno ninguneando su ¿poder? e influencia. En el partido están deseando que se largue unos días. A Alemania para devorar ópera entre amigos o a Galicia, con su nieto, como en 2009. Lo importante es que encuentre sombras del viento más frescas, lo más lejos posible de su residencia en el Aljarafe sevillano. Griñán necesita una mansión. Nadie le hace caso.
Tinta de Verano de los cuarenta años de matrimonio del presidente de la Junta con su mujer Maite Caravaca.