Ni una palabra de Griñán, ni de Chaves. Tampoco de Zapatero. En el discurso de Javier Arenas en la convención nacional del PP obvió a los enemigos políticos. Empotrado en un triunfalismo que él asegura controlar, Arenas no quería hablar del presidente de la Junta ni de su antecesor, el vicepresidente tercero del Gobierno, sus obsesiones como director de la oposición andaluza.