Se lo comen a besos y abrazos. José María Aznar desfila como una estrella. Y es la estrella de este cónclave pepero. El flamante consejero de Endesa firma autógrafos, se deja fotografiar, da incluso ánimos a las juventudes populares (también llamadas Nuevas Generaciones). En el hotel Barceló Renacimiento, un cinco estrellas ubicado en la isla de la Cartuja, Aznar acaba de terminar sus 27 minutos de intervención. Las dos Anas (Botella y Mato) le escoltan en la salida por el vomitorio principal. Fraga ya ha liquidado su intermitente siesta.
Rosario Soto, portavoz del PP-A, está encantada con el íntimo amigo de George Bush. Se le nota en la mirada. “Es la tercera foto que me hago con él. La primera fue con 22 años cuando hacía prácticas en el Parlamento europeo, la segunda con 26 años cuando dio un mitin en Almería y ¡ahora ya tengo la tercera!”, admite Soto, que tilda al ex presidente como “maestro para todos”.
Los hay orgullosos como Antonio Garrido, ex director del Instituto Cervantes en Manhattan, que no saludan al jefe, sino que el jefe se para ante ellos. “Él me ha saludado a mí. Me ha preguntado qué tal me va tras Nueva York y yo le he dicho que ahora ya no están tan bien” [sin mí]. Arenas promete que Garrido será el consejero de Cultura de la Junta de Andalucía si el PP finiquita los 30 años de poder del PSOE.
Aznar habla muy rápido, sigue sin vocalizar y se le ha acentuado un deje final de las palabras en castellano que coquetea con el célebre audio en el rancho de Crawford: “Estamos trabajando en ello…”. Termina el estreno de la convención y Juan Ignacio Zoido, alcaldable por la capital andaluza, firma ejemplares de su libro Destino Sevilla. Por aquí todos creen que Zoido dirigirá el Ayuntamiento de Sevilla el 23 de mayo. Por cierto, hoy es su cumpleaños. Rajoy le regala una tarta en un encuentro con alcaldes andaluces frente a la Torre del Oro.
Acompaña al presidente popular el vicesecretario de Comunicación, Esteban González-Pons, que luce de nuevo un look casual. Sin corbata, ni chaqueta, con su habitual camisa blanca de los mítines. Aznar lleva una bufanda negra muy larga y sólo sonríe cuando se lo piden. Se forma un embudo de gente. Los guardaespaldas hacen paso y empujan, como es su norma. El espacio es mínimo, tan poco como si cruzaras en hora punta la estación tokiota de Shinjuku.
“¿Quién me ha tocado el culo?”, pregunta Carmen Martínez Castro, la directora de Comunicación de Rajoy. Contesta Alicia Sánchez-Camacho, la lideresa catalana del PP: “He sido yo, he sido yo”. “¡Ah!, ¿Has sido tú?”. Martínez Castro entra en un cubículo, una suerte de jaula transparente, en la que (¡cómo no!) prohíben entrar a los periodistas. Rajoy pasará un question call.
Parecía que iba a tener su gracia esta versión mini de Tengo una pregunta para usted. Se interesan sobre los autónomos de una tal Fátima y otra sobre los cargos de confianza. El presidente del PP recuerda su secretaria “de toda la vida” de la Diputación de Pontevedra. Siempre con sus anécdotas y recuerdos gallegos. La question se emite en diferido. Y repetida. El sonido es altísimo (hay quejas) y en la sala de de prensa nadie está atento al vídeo. Todos teclean sus crónicas. Acecha el cierre.