Lina Martínez, jienense de unos 50 años, espera en la mitad de la escalera. “Se podía haber llenado un campo de fútbol”, espeta la paisana del juez. Martínez se lo dice a Baltasar Garzón cuando lo ve subir los 33 peldaños antes de llegar a la abarrotada sala principal del Ateneo de Málaga. Garzón empieza a hablar media hora después de la hora fijada tras recibir dos ovaciones de 15 segundos de entusiastas sin límite.
Mi crónica publicada en El Confidencial.