Quiere elecciones ya, a finales de septiembre. ¿Resistirá esto cuatro meses?, se preguntaba ayer la crónica de José Luis Lobo. Esperanza Aguirre perdió el congreso de Valencia, pero aún aspira en convertirse en ministra de Asuntos Exteriores. Por eso se implica con ahínco en los debates de la política nacional, mientras contempla, al otro lado de la ventana de su despacho, el despliegue policial en la indignada Puerta del Sol.
En plan entrenamiento dialéctico, Aguirre se dispone a dar bolos donde le den bola. Pongamos que hablaba de toros en Málaga. Justo cuando José Tomás iniciaba el paseíllo en las Colombinas de Huelva, Aguirre Gil de Biedma pronunciaba después del pasodoble Gallito y el chovinista Madrid, Madrid, Madrid, el pregón taurino de la Feria de Málaga, “la mejor del sur de España”. La presidenta obvió (¿fue a posta?) la Feria de Sevilla, sin duda de más solera y categoría que la de agosto de la capital de la Costa del Sol. Y para esto no hace falta ser un erudito en toros…
Lo fundamental en un pregón es contentar a la hinchada local, que se cree única. La mejor. Insustituible. Ahí acertó Aguirre, capaz de lograr un par de olés, clarines, ovaciones e incluso el pañuelo de la presidenta para el cambio de tercio. No era la presi de la plaza de toros de La Malagueta, sino Leonor Muñoz, número 1 del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, anfitriona del pregón, celebrado en un espléndido jardín del selecto Paseo del Limonar, esquina con la calle Goethe.
“Por nuestros pregones seremos juzgados”, solía repetir, entre amigos, el poeta Rafael Pérez Estrada, el mago de las novelas de Antonio Soler. Si hubiera que calificar el pregón de Aguirre (41 folios en letra Arial y cuerpo ¡24!: para no usar las gafas de cerca) no suspendería para septiembre, aunque estaría bien lejos del sobresaliente. Al menos no pareció -o lo simuló con gran eficacia- que hubiera contratado a un negro/a. Sin duda lo escribió ella misma y no su equipo o un especialista, como suele ser habitual.
Su mano en el texto, leído en 25 minutos, se notó no sólo al desplegar un inacabable árbol genealógico toril de sus antepasados, desde el bisabuelo boticario hasta el…, sino al citar a destacados comunistas como Rafael Alberti y Pablo Ruiz Picasso y los anteriores pregoneros taurinos de Málaga. Citó a periodistas ilustres (Manuel Alcántara o Alejo García) y a sus amigos políticos (Javier Arenas, Luisa Fernanda Rudi).
No sorprendió que pasara de largo del pregón de Baltasar Garzón del año 2000 y que también ninguneara el de hace un par de años de su íntima enemiga Magdalena Álvarez (las lenguas malas, malísimas, aseguraron que Maleni no lo escribió). Es verdad que hubiese quedado demasiado elegante que Aguirre recordara a Álvarez, cuando esta no se cortó en el Congreso de los Diputados: “Tenía que estar colgada en la catenaria”.
Esperanza Aguirre, embutida en un vestido azul, desplegó un abanico verde para mitigar el calor. Después de su intervención saludó a las periodistas Curri Valenzuela y Pilar Cernuda, de vacaciones en la Costa del Sol. “Ha sido muy personal y valiente”, glosó Cernuda. Al charlar con las autoridades locales, todavía en el escenario, el micrófono estuvo a punto de arruinar el cotarro. Y eso que no es primeriza. Le ocurrió cuando reconoció a Gallardón que no tenía “un puto duro” o cuando se alegró de dar un puesto en CajaMadrid a Izquierda Unida en lugar de al “hijo de puta”.
“Este mundo del toreo está lleno de tópicos, mentiras y granujas por todos lados”, suelta, casi en susurros, un gran aficionado a la fiesta nacional. “Tenemos que quedar y te lo cuento”. Como apostillaba el detective Mike Hammer, tomaré nota. Bajando el Paseo del Limonar, a la altura del número 20, un hombre luce una pancarta contra el maltrato a los animales. Los coches oficiales ignoran la protesta antitaurina. Esperanza, también.
Aquí el link de la Tinta de Verano publicada hoy en El Confidencial.