Jamás había pisado ese escenario. Un castillo al lado de la playa. Una subida pronunciada y ahí te encuentras Sohail, ese nombre de culto. Jamie Cullum en directo. Fue el jueves y ha sido uno de los conciertos que más me ha emocionado.
Conocí a Cullum gracias a Antonio Banderas. No me lo presentó en persona, pero sí musicalmente. En el otoño de 2005, en los ensayos de El Camino de los Ingleses en el Centro Cívico de Málaga, Banderas utilizaba las composiciones del álbum Catching Tales del niño prodigio de la música de jazz para motivar a los jóvenes actores de la película. Se trataba sobre todo de encauzarlos en un estado de ánimo melancólico, del verano del fin de la adolescencia; el mensaje de la película, su segunda cinta como director.
En London skies y en Photograph volví a recordar esos momentos de la preproducción de El Camino de los Ingleses. Cullum, que compone la canción Gran Torino, la última película interpretada por el maestro Clint Eastwood, estuvo soberbio. Sin altos en el camino, en dos intensas horas de concierto, improvisó, bailó, entonó con voz de negro y tocó el piano como si Ray Charles se hubiera reencarnado en él. Un dios.
Al final cantó a capella. Enorme. Sohail, mudo, escucha. Y él juntando sus manos para propagar su canción hasta el infinito. Ocurrió en Fuengirola. Era agosto de 2011.