Ha pasado ya una década y los focos parecen haber olvidado a Dolores Vázquez. Condenada el 25 de septiembre de 2001 por el asesinato de Rocío Wanninkhof, fue absuelta el 1 de febrero de 2002. Loli, como la llaman sus más cercanos, se fue a vivir hace medio año a Reino Unido. Endeudada, quería oxígeno fuera de la Costa del Sol, tenía necesidad mental de cambiar de paisaje, de escenario.
Su equipo de abogados, liderado por el letrado Pedro Apalategui, no quiere hablar sobre Loli. Tras tanto ruido mediático, prefieren guardar silencio y esperan conseguir una buena indemnización para su cliente. El Ministerio de Justicia planteó una indemnización de 120.000 euros por los daños sufridos. Hubo recursos y ahora están pendientes de la resolución de la sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional.
Dolores Vázquez recibió ofertas generosas, auténticas fortunas económicas por acudir a programas del corazón, contar su vida con Alicia Hornos, la madre de Rocío. Eso suponía una pornografía emocional que no estaba dispuesta a asumir. Tuvo ofertas de editoriales que ofrecían contratos de vértigo. Nada. Loli no quería colaborar en un espectáculo, en un circo televisivo. Ese dinero le habría solucionado los agobios económicos, pero venció su dignidad.
Loli parecía cumplir para el jurado popular con las características de los malos/as de las películas. Las frases que soltaban en pleno juicio así lo aseguraban: “No estás viendo la cara que tiene”. O esta otra: “Mira que es mala que ni llora”. “Parecía una plaza pública en el París de la guillotina”, expresa a El Confidencial un periodista que cubrió el proceso judicial en el Palacio Miramar de Málaga. “El juicio se asemejaba al de un divorcio, había pitonisas… El público iba como si fuera a ver una telenovela”, añade.
La sobreexposición de Alicia Hornos
Juan Francisco Gutiérrez, profesor titular de Periodismo en la Universidad de Málaga, especialista en información televisiva, recuerda la sobreexposición de la madre de la víctima en los medios de comunicación y cómo se prestó a divulgar el dolor. “Fueron muchas horas en directo dedicadas a escarbar en todos los detalles; ya se vio algo parecido con las niñas de Alcàsser, pero en esta historia negra todas las televisiones explotaron esa posible revancha amorosa”, explica Gutiérrez.
La serie sobre el caso Wanninkhof que emitió Televisión Española en 2008 fue “correcta” para el profesor de la UMA, sin caer en el sensacionalismo. “Ya con la distancia se observa que curiosamente la ficción fue menos truculenta que el tratamiento de la propia realidad”, explica el docente universitario, quien resalta cómo una información de sucesos (el asesinato de Rocío) se utilizó como espectáculo en magazines y programas del corazón de todos los estilos, desde los más polémicos hasta los presuntamente más glamourosos.
Los profesionales del Derecho estaban convencidos que un jurado popular jamás habría condenado a Dolores Vázquez a 15 años y un día de prisión y a pagar una indemnización de 180.000 euros. Había 21 indicios, pero ninguna prueba. El expresidente del Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga, llegó a declarar en 2002 que la institución del jurado popular “no funcionaba bien”. “En España se defendió con una ilusión extraordinaria cuando en algunos países ya era muy cuestionado”, señaló Jiménez de Parga.
Loli cumplió finalmente 17 meses de cárcel en Alcalá de Guadaira (Sevilla). Poca gente le apoyó, pero los que lo hicieron fueron incondicionales y siempre creyeron en su inocencia. Todavía años después, tras la sentencia de diciembre de 2006 que declaró por unanimidad que Tony King era culpable del asesinato de Rocío Wanninkhof, se cuidada mucho de ir dejando rastros en los lugares cotidianos donde acudía.
Si iba al supermercado se quedaba mirando a la cajera, lo mismo si se tomaba algo en un bar o en la gasolinera. Quería dejar pistas que ella había estado en ese lugar en una determinada hora. Quizá siga haciendo exactamente igual en algún lugar de Reino Unido.