Nicolás Ramos, en Marinaleda. Foto: Agustín Rivera
Nicolás Ramos tiene 41 años y dos hijos. Con apenas 10 años hizo una huelga de hambre de siete días para reivindicar el agua para Marinaleda, el pueblo de la sierra Sur de Sevilla. Nicolás levanta el puño delante de cuatro carteles con la foto del extremaizquierdista Juan Manuel Sánchez Gordillo, tres décadas al frente de la Alcaldía. “Sí, como siga así, estará más tiempo en el poder que Franco. ¿Y qué? Queremos a Juan Manuel y aquí hay empleo”, explica Ramos, muy convencido y feliz de este “camino a la utopía”, como reza un lema del pueblo. Aquí otros dos: “La tierra es un derecho del pueblo, no una mercancía” y “No luches para vivir, vive para luchar”…
En la avenida de la Libertad de Marinaleda un grupo de jubilados charla frente al bar del Sindicato de Obreros del Campo, donde pasan parte del día los que cobran el PER (¿tendrá razón Durán i Lleida?). En la tienda de ultramarinos entra una pareja magrebí para comprar algo rápido. No hay muchos inmigrantes en este pueblo de apenas 2.700 habitantes (en los años sesenta contabilizaba 5.000) que presume de economía anticapitalista.
El municipio (nueve concejales del marxista Colectivo de Unidad de los Trabajadores-Bloque Andaluz de Izquierdas, integrado en Izquierda Unida, y dos del PSOE) se presenta como un laboratorio sociológico que calibra la importancia en Andalucía del AEPSA (Acuerdo para el Empleo y la Protección Social Agraria), el antiguo PER, un sistema plagado de verdades y mentiras, como ya retrató El Confidencial el 20 de junio de 2010.
Dejando a un lado el epicentro del pueblo se llega a la calle Ernesto Ché Guevara, a la plaza Salvador Allende y luego el Ayuntamiento, donde la teniente de alcalde y concejal de Cultura Esperanza Saavedra, de 32 años, está a punto de llegar a la sede municipal. Esperanza enseña en la escuela infantil del pueblo, situado a 13 kilómetros -por carretera secundaria- de Estepa, la capital de la industria de los mantecados,
La política de confianza del parlamentario andaluz Sánchez Gordillo (esta semana de viaje en San Sebastián y encuentros en Sevilla capital) entra en el despacho del alcalde, decorado con la bandera andaluza, la de Marinaleda y… la republicana. También está la de Venezuela, un retrato del Ché y datos sobre los presupuestos de la localidad: 5,3 millones de euros en 2011, que incluyen “los impuestos más baratos de Andalucía”, según la responsable municipal.
“Una migaja de pan para tapar la boca de los jornaleros”
En Marinaleda, donde la vivienda puede costar 36.000 euros, unos 15 euros al mes, la población activa se eleva a 1.100 personas; 700 poseen la cartilla agraria que da derecho al PER (seis días de trabajo al año). Para ello deben cotizar a la Seguridad Social del régimen agrario, que cuesta 86,50 euros al mes. “El PER es una migaja de pan que se inventó el Gobierno para tapar la boca de los jornaleros cuando el Sindicato de Obreros del Campo se puso en lucha”, sostiene Saavedra a El Confidencial.
El coste del PER y el subsidio agrario
El antiguo Plan de Empleo Rural tuvo un coste para el Estado de 138 millones de euros en 2009. El subsidio agrario cuesta 59 millones de euros, el 1,83% de las prestaciones por desempleo de toda España. Lo cobran 128.000 personas en Andalucía y 20.528 en Extremadura. Marinaleda recibe del PER 325.000 anuales. Este dinero se ha utilizado, entre otros proyectos, para una instalar césped artificial en el campo de fútbol, crear cinco pistas de pádel, un gimnasio o la piscina cubierta que está en construcción.
El municipio sevillano gestiona desde 1993 la finca de El Humoso, de 1.200 hectáreas, que perteneció al Duque del Infantado. Antes sólo trabajaban un tractorista y el casero. Producía girasol, trigo y cebada. “Ahora contamos con 300 hectáreas de olivar, producimos nuestro propio aceite de oliva y sembramos pimientos del piquillo que se venden muy bien en el País Vasco y Navarra”, describe Saavedra.
Un grupo de griegos aterriza de repente en el porche del bar. Llegan con camisetas negras e insignias del Ché Guevara o Fidel Castro. “¿Qué opino de Papandreu? ¿Has visto el futbolín que hay dentro?”. En el interior del lugar seis jóvenes practican el juego que inventara Alejandro Finisterre. “Papandreu sería uno de ellos, un muñeco”. Los helenos se quedan absortos antes los carteles que hay en el bar: la exposición Expolio y masacre en Palestina y la reivindicación del Sáhara libre.
Un régimen asambleario
“Aquí lo decidimos todos por asamblea”, aclara Nicolás, el encargado del bar, que no cuenta con este puesto fijo. La responsabilidad del negocio hostelero es rotatoria. No reciben ningún sueldo y tan sólo descansan un día a la semana. ¿Y el resto del tiempo? “Soy jornalero y aunque no está la cosa como antes (hace ocho años tuvimos pleno empleo) estamos muchos mejor que en otros pueblos; vete a otros sitios, tú verás cómo no hay trabajo para nadie”.
Antes de entrar en el bar, Félix Montesinos, el primo de Nicolás, no entiende las declaraciones de José Antonio Duran i Lleida contra el PER. Félix es jornalero y trabajó en Barcelona como encofrador. “Somos nómadas y temporeros. Hemos trabajado en la vendimia, en la construcción. ¿Dónde están los vagos?”, se pregunta Montesinos.
Sin alternancia
Habla maravillas de Sánchez Gordillo. “¿Para qué vamos a votar a otro? A él ya le conocemos y lo hace muy bien” ¿Y la alternancia política o cambio de líder?”. “Con Juan Manuel estamos contentos”. Y añade: “Nadie está en su nivel. Es muy abierto y puedes ir a su casa sin pedirle cita. Y lo votamos porque sabemos que no nos va a robar. ¿Se puede decir eso de otro político?”.
Omnipresente su imagen en todo el pueblo, como si fuera un caudillo marxista-leninista, también cuenta con sus detractores. Los hay, pero no quieren hablar, como otro grupo de jubilados o una señora (se llama Carmen) aunque se calla. “¿No quiere decir la verdad? “No, que está bien todo”. “¿Seguro?”. “Sí, sí”. Aunque por sus gestos delata que oculta detalles. Y que no es precisamente la fan número 1 de Sánchez Gordillo, quien defendió la legalización de Bildu y aboga por un nacionalismo andaluz antiespañol con nulo predicamento fuera de este enclave.
La Cuba sevillana
En esta Cuba sevillana del interior tienen claro que el capitalismo es una ruina. El grupo griego, que nació en 2007 para integrar la política en el fútbol, acaba la comida (un menú de seis euros de paella y huevos fritos con filete y patatas) con cánticos de gloria al Ché: “¡Hasta la victoria siempre!”. En el bar siguen jugando al futbolín. También continúan desafiando la ley antitabaco: fuman tabaco negro. En la televisión emiten Amor en tiempos revueltos. “Esta es mi segunda esposa”, indica Nicolás. Su mujer está al frente de la cocina. Y el jornalero/camarero empieza a recordar el principio: “Con diez años yo hice una huelga de hambre. En Marinaleda…”. En el bar del Sindicato de Obreros del Campo insisten en la utopía “hacia la paz” en este revuelto apocalipsis financiero europeo de 2011.
El enlace de la historia que publico en El Confidencial.