Ni rastro humano en la lonja de Almería. El equipo de Griñán recluta de modo urgente a un par de pescadores rezagados. Eran las 11.10 horas del pasado miércoles y el candidato socialista visitaba un escenario donde literalmente estaba el pescado vendido. Si se cumplen las encuestas, en el hotel Barceló Renacimiento de Sevilla repetirá idéntico resultado. El ciudadano andaluz ya hace tiempo que decidió su voto. Con estos mimbres, el PSOE-A se podría haber ahorrado la campaña electoral de un Griñán, más que nunca, solo ante el peligro.
Un tecnócrata soberbio, sobrado de sí mismo, y muy preparado intelectualmente -memoria prodigiosa, un Google humano que apabulla con datos, nombres y cifras y corrige con vehemencia si el interlocutor tiene algún error- aterrizó el Día del Libro de 2009 en la Presidencia de la Junta de Andalucía sin vocación de liderazgo, de número 1. Sí, había sido dos veces ministro, era vicepresidente económico de Manuel Chaves en el Ejecutivo andaluz, pero no le gustaba la primerísima fila. “Ahora llevarás el maillot amarillo”, le adelantó José Luis Rodríguez Zapatero a un político que sólo pensaba en la jubilación. “Bueno, cuando un político te dice que no quiere un cargo, como mínimo, desconfía de eso”.