Tacones de Tokio (Foto Agustín Rivera)
En Japón son las 22.40 de la noche. Apenas me queda un día en Tokio. El jueves tomo el vuelo de regreso a Málaga. Aún no quiero hacer balance. Tampoco creo que lo haga. ¿Me face falta? Tras mi cuarta estancia en Japón me he dado cuenta que este país tiene todavía mucho que ofrecerme. Kioto y, sobre todo Hiroshima, forman parte del Japón más auténtico, pero yo me quedo con Tokio.
Esta ciudad es apabullante, eléctrica, viva. No hay nada cómo sentirte extranjero entre una nube de salary-man japoneses que cogen el Metro de camino a sus casas, sentirte como en casa en medio de la ciudad más grande del planeta. Y que esta sea tu casa, el sitio donde te sientes más a gusto en el extranjero estando a 10.000 kilómetros de distancia de España.
Ray Loriga escribió una novela con un título que admiro: Tokio ya no nos quiere. No soy si Tokio me quiere, pero yo sí que la tengo muy presente. Mañana vuelvo a patear su asfalto. Y devoraré con la mirada del novato habitante de este planeta llamado Nippon esos rascacielos y luminosos que tanto atrapan.
Gobierno Metropolitano de Tokio (Foto: Agustín Rivera)