Quien ha nacido en el mar y ha vivido muchos años lejos del aroma a sal, no sólo lo echa en falta, sino que lo siente como una pérdida irreparable. Quien ha vivido en El Albaicín, el barrio más auténtico y privilegiado de Granada, frente a la Alhambra, jamás podrá olvidar ese paisaje de fábula, cuya estampa hipnotiza a orillas del río Darro, junto al Paseo de los Tristes.
Estrella Morente es la niña del artista, de ese genio capaz de combinar flamenco y rock, en un álbum tan sublime como Omega, de Enrique Morente, el cantaor de más talento que tuvo muy claro que la combinación de su arte podría ser exportada a las venas de su hija Estrella, la cantante que interpretó Volver en la película homónima mientras Penélope Cruz aprendía a poner los labios en su sitio.
La plaza de toros de La Malagueta fue escenario el sábado por la noche de un concierto diseñado con especial mimo por Estrella Morente. La niña del Albaicín, que sacó fuerzas para cantar a su padre muerto con el cadáver aún caliente se transformó en una malaguetera más. Ahora vive en El Limonar (de las zonas más selectas de Málaga), pero considera La Malagueta como su barrio de verdad: allí vivió sus primeros años boquerones y de ese barrio es su marido, el torero Javier Conde.
La artista tiene valor. En un vídeo promocional ha lidiado con una vaquilla. Fue en la finca del diestro Enrique Ponce. Conde, que también canta, es el maestro del toreo de salón. Tiene ganas de triunfar en La Malagueta, como lo hizo en agosto de 1995 en una faena memorable titulada por Vicente Zabala en ABC: Javier Conde, en una noche mágica, rompió los cánones de la tauromaquia. Lleva tiempo Conde sin cuajar sus faenas de un modo rotundo. Se empeña y no puede. Alguna temporada lo hará. Aún no se ha doctorado en valentía.
Estrella Morente se enfrentó en el concierto a un albero muy especial para su familia. No era Rosario Flores toreando en la película Hable con ella de Pedro Almodóvar, fue una artista que se bajó al ruedo y cantó por bulerías y fandangos, en medio de un cuadro flamenco. Todo empezó con el tango que cantara su padre: Que se me va.
En la escena final del concierto se dejó acompañar por Antonio Carmona y Pablo Alborán, que interpretaron una versión libérrima de Volver. Acaso eso es lo que querría hacer la Morente: volver con la frente marchita y sentir que La Malagueta, su primer barrio malagueño, se rinde a su arte. Lástima que apenas 1.000 personas presenciaran ese espectáculo. A Estrella aún le quedan muchas oportunidades para ser profeta en su segunda tierra.
El enlace de la Tinta de Verano que escribo hoy en El Confidencial.