Mariano Rajoy quería desmontar los puentes y acueductos festivos en España, pero seguirá fiel a su estilo: hacer justo todo lo contrario de lo que anuncia. El presidente del Gobierno se ha mostrado incapaz de rechazar el irresistible encanto del Palacio de las Marismillas. Rajoy está dispuesto a disfrutar de este prodigio de la naturaleza para descansar -lo que le dejen- con su familia. No será por mucho tiempo (hasta el domingo), pero quizá lo aproveche para diseñar la nueva estrategia política hasta finales de año que incluiría una remodelación de Gobierno.
Sorprende que Rajoy, poco adepto a los cambios, y siempre fiel hasta ahora a ocupar sus vacaciones full time en Sanxenxo, haya decidido pasar los últimos días de asueto agosteño en uno de los entornos naturales más privilegiados de Europa, amenazado la semana pasada por las 426 hectáreas quemadas en el paraje de La Dehesilla. Mientras, su ministro de Medio Ambiente, Miguel Arias-Cañete, prefería pasar una tarde de toros. La fiesta nacional.
Sorprende que Rajoy, poco adepto a los cambios, y siempre fiel hasta ahora a ocupar sus vacaciones full time en Sanxenxo, haya decidido pasar los últimos días de asueto agosteño en uno de los entornos naturales más privilegiados de EuropaCon la excepción efímera de Adolfo Suárez con su chalé de Son Vida (en Palma), ninguno de los jefes del Ejecutivo español ha montado una corte veraniega presidencial. Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero sí compartieron el gusto por este paraíso de Almonte (Huelva), además, gratis total, con cargo a los presupuestos generales del Estado. ¿Es un derroche? ¿No se podría pagar Rajoy el coste de las vacaciones con su sueldo?
El presidente sevillano fue el más marismillo de los monclovitas. González lo convirtió en su cortijo. Ya fuera en verano, Semana Santa o Navidad era raro que no se escapara a las Marismillas. Invitó a Mitterrand, Kohl o Gorbachov. Ahora ya no quiere saber nada de su responsabilidad como presidente del consejo rector de Doñana: sólo ha acudido a dos de las cinco reuniones del consejo. José Antonio Griñán le sigue manteniendo en el cargo.
Aznar no veraneó en Doñana, pero sí invitó a líderes internacionales. El Viernes Santo de 1998 recibió al premier británico Tony Blair. Blair llegó a Las Marismillas tras la firma de los Acuerdos de Stormont, que suponían el fin del IRA. Era la versión edulcorada de un Aznar sin mayoría absoluta, aquel presidente que negociaba pactos con los nacionalistas vascos y catalanes. También de un Blair que se asemejaba en carisma al candidato Obama de 2008.
El presidente empezó sus vacaciones con un gesto como mínimo soberbio: “Y al que pueda… Feliz Verano”Zapatero también sucumbió a Doñana. También lo ha hecho por Menorca o Lanzarote. El verano pasado tuvo que retrasar sus vacaciones marismillas por la imparable escalada de la prima de riesgo: el 3 de agosto de 2011 había alcanzado los 403 puntos. Ayer estaba en 511 y parecía que había que celebrarlo con manzanilla gaditana o Cartojal de la Feria de Málaga. El anterior presidente se sentía como en casa. Llegaba a la playa de Bajo de Guía de Sanlúcar de Barrameda y cruzaba en barcaza hacia el Coto de Doñana. Irene García, la alcaldesa socialista de sueldo galáctico, su amiga, le hacía el paseíllo.
Rajoy quiere aprovechar las Marismillas no vaya a ser que intenten quitarle del asiento algún Mario: un tecnócrata tipo Mario Monti, o la opción Mario Conde, y le deje sin disfrutar a cargo de todos los españoles de las maravillas de Doñana. El presidente empezó sus vacaciones con un gesto como mínimo soberbio: “Y al que pueda… Feliz Verano”. Parece que ya tiene descontado el rescate total y ni primas, ni Ibex-35, ni gaitas de su tierra. Ahora, a descansar entre linces y patos, a fumarse un puro cubano mientras ve el principio de la Liga de su Real Madrid y masca la edición preotoñal del inevitable Síndrome de la Moncloa.