Para destruir el paraíso de una arena dorada y prístina sólo hace falta conceder permisos para la construcción de hoteles y una zona residencial. Los proyectos (1.400 plazas turísticas) pueden crear riqueza sin fecha de caducidad. Y en el paraíso del viento de Levante en la punta más al Sur de España, el urbanismo también puede matar -de modo definitivo-, no sólo una playa privilegiada, sino unas vistas a una vegetación que añora más la atmósfera melancólica de Galicia o a Asturias que la Andalucía costera de la eterna satisfacción sin preguntas.
Se confirman estampas de un paisaje penado desde la década de los sesenta por un asesinato urbanístico a cámara lenta, a modo de pistola con silenciador. Que parezca un accidente. Y si te he visto, tú y yo no nos conocemos de nada. Cádiz, por ahora, se está salvando, aunque hay otros proyectos como el de Conil o el de Bogaris en Barbate que cambiarían el concepto de un turismo sin aglomeraciones del que tanto disfruta el visitante no gaditano (y también el local).
La playa de Valdevaqueros de Tarifa es el nuevo paradigma de la cultura del ladrillazo, aunque la empresa no lo pueda ejecutar por falta de liquidez. Primero lo apruebo en el pleno municipal. Luego vendrán las grúas. Pleitos. Contenciosos administrativos. Quizá tribunales. Y los años pasarán y la mole permanecerá en este lugar privilegiado de la costa española. Nada que no se viera con detalle en la serie Crematorio o en la Marbella del GIL (con Jesús Gil, Moby Gil. También posGil y Gil: esto es, raciones dobles de Giles).
¿Cemento a discreción? Hace ya tiempo que los voraces hijos de Saturno de la costa española dejaron de ser excepciones, versos sueltos entre la maraña de espacio desordenado con mucha conciencia de arruinar entornos naturales de ensueño, un tipo de turismo en las antípodas del turista 1 millón, con entrega de ramo de flores, fotografías y primera plana en el periódico local.
Descontando el disparate del hotel Algarrobico (sin piquete de la vista) y la playa de Es Trenç en Mallorca, no existe otro proyecto urbanístico actual en la costa española que genere tanta indignación y movimiento ciudadano. ¿Qué ocurrirá el sábado en Valdavaqueros? Hay manifestación de 11 a 13 horas, junto a la duna de la playa. El alcalde, muy bravo él, lo mismo ni le apetece pasarse por allí. “¡A la mierda con los ecologistas”, tituló Amparo de la Gama.
¡Salvad Valdevaqueros! Que la costa se hunde, aunque esto no sea Venecia y los surfistas sean los gondoleros de la zona, esos príncipes de las mareas de Levante que avisan, mientras sortean las olas contaminadas de la libertad africana, como si fueran una versión de un Rodrigo de Triana contemporáneo la frase que nadie quiere exclamar en la duna de Valdevaqueros: “¡Cemento a la vista!”.