Los jugadores del Málaga celebran la clasificación (Efe).
Ni siquiera fue un purgatorio. El Málaga CF entró en el paraíso del supuesto infierno de Atenas pasadas las 22.30 horas. La epopeya griega blanquiazul llegó de la mano de un ingeniero chileno que transformó el partido en un puzzle ordenado, sin elementos de distorsión, con jugadores con ganas de divertirse en un frío y coqueto estadio olímpico.
Gracias a esa innata capacidad depredadora de triunfo, el club malagueño pronto entendió que el Panathinaikos carecía de la mínima ambición para acceder a la fase final de la Liga de Campeones. El partido de La Rosaleda sí fue clave. Los dos goles no parecían una herencia suficiente para aguantar sin problemas el encuentro de vuelta. Esa teoría quedó invalidada. El Málaga era muy superior y eso fue lo único decisivo.
La epopeya griega del Málaga comenzó con una apertura natural de las bandas con Joaquín y Eliseu. Dos posibles penaltis no arruinaron la propuesta táctica de Pellegrini, que no quería bajo ningún concepto que el equipo se acobardara en su propia área. Si los jugadores no ofrecían las suficientes dosis de valentía, poco había que hacer. Los futbolistas entendieron el concepto. Sólo faltaba que alguna jugada aislada no impidiera el triunfo.
Desde el principio se veía que el Málaga no iba a tener problemas para ganar en Atenas. El Panathinaikos, eso sí, ofrecía peligro en algunos mimbres como Sissoko, muy activo en los dos partidos, igual que Christodoulopoulos, los jugadores con más talento futbolístico del equipo del portugués Ferreira.
Pero no hubo jamás opción para los griegos. El partido siempre estuvo controlado por el Málaga, que en ningún momento demostró su inexperiencia en Europa, aunque cuenta con jugadores como el francés Toulalan (fundamental en el Olympique de Lyon) que demostró su valía como eje fundamental en el club de Martiricos.
Y ahora a jugar en la misma competición que el Barcelona, Real Madrid y Valencia. El Málaga jugará al menos seis partidos más en la Champions, un auténtico sueño para los que un día creyeron en que un modesto club podría jugar con los mejores de Europa, a pesar de la deserción interrumptus este verano del proyecto del jeque Al-Thani.