Dabadabadá, dabadabadá… Todavía hoy existen algunos halls de hoteles de la Costa del Sol cuya decoración incita a tararear la cancioncilla/banda sonora de esas películas de finales de los sesenta y principios de los setenta. Si Pablo Berger ya radiografió en Torremolinos73 (2003) las películas porno caseras con estética Súper 8, hay cintas de Alfredo Landa y José Luis López Vázquez que marcan ese mito español cinematográfico: las suecas y el macho ibérico.
¿Cómo surgió el mito de las suecas?; ¿existió de verdad o sólo es territorio de la ficción, más bien de la exageración? Habrá que preguntárselo a una sueca. Lena tiene 70 años y vino a la Costa del Sol hace justo 50. En 1962, llegó a un hotel del centro de Marbella. Le encantó la zona y un año después regresó a la Costa del Sol, ya no como turista, sino como guía. Se afincó en Torremolinos. Hoy vive en Marbella.
“Estábamos más adelantadas que las españolas. Íbamos en bikini y las españolas no. Sabíamos que éramos más libres y liberales. Todo estaba muy atrasado, pero eso tenía sus ventajas”, cuenta Lena, madre de Richard Björkman, director el periódico sueco Sydkusten, editado en la Costa del Sol, que no admite lo de “mito erótico”. “No es adecuada esa palabra. No me gusta nada”, aclara.
“En aquella época”, cuenta el exdirector de hoteles de lujo Rafael de la Fuente, que habla el idioma sueco, “las españolas vivían en un sistema de relaciones con los hombres casi islámico. Los jóvenes encontramos a unas mujeres amables, abiertas, muy bien educadas. Antes que el atractivo sexual, está el factor de las buenas formas y la limpieza”, narra el que fuera capitán del hotel Villamagna de Madrid o Los Monteros de Marbella.