Aquella noche del 28 de octubre de 1982, el hotel Palace no sólo acogió el triunfo de Felipe González y Alfonso Guerra y el inicio de una nueva era política en España. Fue la confirmación de que la victoria, apenas cinco meses antes, del PSOE en las primeras elecciones autonómicas en Andalucía (con Rafael Escuredo al frente), no se convertiría en un hecho aislado.
Treinta años después, el socialismo andaluz se encuentra en una encrucijada inédita: con menos respaldo electoral que nunca y en su momento orgánico más importante, con gran capacidad influencia en toda España. Esta contradicción cuenta con un protagonista indiscutible: José Antonio Griñán, “el tuerto inter pares” (Javier Caraballo dixit), el político que hace apenas tres años y medio quería retirarse de la vida política y ahora podría complicar el futuro de Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general del PSOE-A.