Las represalias no tardaron en llegar. La Junta expedientó con una semana de empleo y sueldo a tres empleados de la Agencia que querían denunciar (no judicialmente) a la administrativa por no trabajar en su horario laboral. “A ella no le dijeron nada. En la Junta hay mucho miedo a los jefes de servicio, son intocables”, señala a El Confidencial un extrabajador de la agencia con sede en el Pabellón de Portugal de la Expo 92, situado en la isla sevillana de la Cartuja.
Cuando la dirección de Recursos Humanos conoció la existencia de la imagen (de tono satírico y que incluía un comentario sobre los pensamientos de la fotografiada) que radiografiaba cómo la empleada pública incumplía su trabajo, inició una contundente caza de brujas destinada a saber quiénes habían transmitido la fotografía. La instantánea jamás se ha hecho pública, ni era la intención de los expedientados. La fotografía no salió del círculo de la Consejería, pero había que buscar a los culpables de esa protesta contra la empleada, protegida y escasa aficionada a cumplir con el trabajo.
Un responsable del departamento de Recursos Humanos y un informático de la Agencia Andaluza de la Energía requisaron todos los ordenadores de los empleados de la quinta planta del edificio. Revisaron, uno a uno, los correos electrónicos corporativos de la bandeja de entrada y salida de las terminales. La caza de brujas arrojó este resultado: tres trabajadores habían enviado la fotografía desde su e-mail de la Junta de Andalucía a su cuenta personal de correo electrónico.
La omertá (la ley del silencio) se impuso en el seno de la Agencia Andaluza de Energía. ¿Por qué ese interés en proteger a esa empleada pública? La empleada pública, que no trabaja en la agencia desde el pasado 30 de noviembre, ya había sido apercibida por una jefa que se atrevió a llamarle la atención. “Soledad, te pasas la mañana jugando al solitario”. Al final la reprimenda se la llevó la superiora de la empleada pública.
Soledad A. era la encargada de coordinar las convocatorias a los empresarios andaluces para que asistieran a las reuniones de trabajo con los directivos de la AAE. Y dentro del mismo departamento de gestión de los incentivos de desarrollo económico se encargaba de archivar los expedientes. También destacaba por su ineficiencia en el uso de los programas informáticos. “Ponía la excusa de sufrir fuertes dolores de espalda, pero en realidad lo que no quería es trabajar”, remata a este diario un exempleado de la Agencia Andaluza de Energía.