Había sido el mejor año. No quería decirlo, pero no tenía ninguna duda. El mejor. Aquel atardecer en la playa, esta sonrisa de la mañana, el instante que escribo.
En 2012 jubiló su pesimismo de saldo. La última uva de 2013 apareció en una fugaz pausa melancólica de los días alegres. Otra oportunidad ganada. Esta voz que me susurra. Pasión de la vida al límite del mar. Felicidad madura.