Fachada de «Er banco Güeno» (Agustín Rivera)
El interior de la sucursal de Unicaja llevaba ocho años abandonado, con gatos y ratas. Un escenario insalubre. El logotipo verde de la calle Francisco Carter número 8 continúa en su sitio, como si allí todavía circulara el dinero. Pero donde antes estaba la caja fuerte ahora hay una despensa con galletas, legumbres y latas de conserva. En la barriada de La Palmilla, de las más deprimidas de Málaga capital, lleva diez días funcionando Er banco güeno.
Jesús Rodríguez, El Chule, tiene 40 años. Es mediador social y el coordinador de esta iniciativa ciudadana que da de comer a más de 100 personas al día. También ofrece desayunos y meriendas. Muy pronto, también cenas. Todo ello en una zona donde viven 30.000 personas con un 80% de desempleo, y que se ha convertido desde la década de los ochenta en un nido de drogadicción. “Ahora los traficantes se han ido de aquí. Sólo queda el menudeo, el que vende dos gramos para subsistir. Hay mucha hambre”, confiesa El Chule.
Rodríguez lleva más de una década trabajando con la comunidad gitana contra el absentismo escolar y con la Casa de la Buena Vida, donde ayuda a más de 1.700 familias, la mayoría con exclusión social. Er banco güeno no funciona como un comedor social al uso. Todos participan con lo que saben. Unos limpiando; otras, como Malika (de 42 años y natural de Marrakech) cocinando el puchero y los macarrones con tomate que servirá a mediodía.