Con el 80% del cuerpo quemado, el médico de la UCI del hospital Carlos de Haya de Málaga le preguntó a Mohamed Habel (el nombre que consta en el registro del centro): “¿Qué es lo que le ha pasado?”. “Me he quedado dormido con un cigarrillo encendido”. En ese momento, el miércoles día 2, a las 18.20 horas, Habel, que vestía un chándal rojo y un pantalón azul, estaba consciente. Unas horas después, ya intubado, le trasladaron al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Su explicación difiere de la ofrecida por testigos: se quemó a lo bonzo tras comprar un paquete de cigarrillos Ducados y un encendedor Clipper de color azul. Falleció el jueves a las 21 horas.
Nadie le ha cogido su mano sin identidad mientras expiraba para darle el último adiós. Se fue dejando como muestra una sola cremallera como vía de investigación, para que la Policía Científica dilucide lo que paso realmente el día que el fuego arraso su existencia.
Habel nació en Ceuta, tenía 57 años y una mujer y dos hijos próximos a la veintena. Los últimos días estaba algo aturdido. “Sufría depresión”, cuenta Francisco Nieto, que se regenta desde hace 15 años el quiosco que se encuentra en la puerta del Carlos Haya, uno de los hospitales de referencia de la sanidad andaluza.
“¿Me espera un segundito?”, le pregunta Nieto a una clientela antes de contar su testimonio a El Confidencial. “Llevaba algunos días con la cara muy triste”. El quiosquero llevaba unos días observándole. La tarde del miércoles lo vio “muy raro”. Ese mismo día le dijo: “Mira, Paco, cómo está la economía. Uno está parado y tengo dos hijos”. El fallecido trabajaba en la construcción (“estaba trabajando en la obra y se quedó parado como montones de criaturitas”) y ahora ejercía de aparcacoches espontáneo en la calle del Ciprés, cerca también del lugar donde se quemó.
Tras pagarle el Ducados y el Clipper, Francisco Nieto atendió a una chica que quería cargar la tarjeta del Bonobús. Esa misma chica le avisó rápido: “¡Mire, mire, que el hombre que le has vendido el paquete de tabaco se ha prendido fuego!”. El dueño del quiosco se acercó al cuerpo quemado de Habel. “Me encontré con una imagen muy dura, muy fuerte. No se pudo quemar sólo con un mechero. Algo se echaría”.
El fallecido consumía tabaco y de vez en cuando adquiría un paquete de pipas “para distraerse”. También leía 20 minutos y le compraba ocasionalmente Asy Marca. De vez en cuando le pedía una cerveza Cruzcampo, como la que ayer al mediodía se tomaba el quiosquero. “Paco, que te vas a hacer famoso. ¿Otra vez sales hoy en Canal Sur?”, le dice una clienta.
Minutos antes de comprarle el paquete de tabaco y el encendedor a Nieto, Mohamed Habel llegó a la sala de curas del hospital Carlos Haya con una pequeña herida en la cabeza. Le curaron en urgencias. Cuando volvió a entrar, ya con el 80% de su cuerpo quemado, la enfermera que le había atendido se encontró con una “sorpresa mayúscula”: al ver así a la misma persona que había curado hacía apenas 30 minutos.
La estampa dantesca de este hombre quedará fijada en las retinas de algunos testigos. Es el caso de Miguel Ruiz, un voluntario de Cruz Roja acudió en su auxilio. «Vi a una persona envuelta en llamas que se movía y no lo dudé. Lo tiré al suelo para tratar de apagar el fuego». Estos primeros auxilios evitaron su muerte inmediata, pero después en el hospital poco se pudo hacer. Su salvador recuerda los hechos como «algo horrible que sólo había visto en las películas”.
Todo el mundo quiso ayudarle. Estuvo ardiendo más de un minuto, pero fue suficiente para que las quemaduras consumieran parte de de su cuerpo. Francisco el quiosquero, recuerda como «la gente se acercó con garrafas de agua, todos intentaban ayudar”. Miguel tiene en las yemas de sus dedos quemaduras que se hizo al intentar sofocar el fuego: “Era espantoso, estaba consciente cuando las llamas se apagaron y no paraba de mirarme”.
Habel no se pudo quedar en la Unidad de Quemados del Carlos Haya, que sólo atiende a los pacientes menos graves. El Virgen del Rocío de Sevilla está especializado en los casos de más importancia, como a Juan Manuel Navas Díaz, de 63 años, que se prendió fuego en Vélez-Málaga el jueves a las 18 horas. Falleció ayer por la mañana. Dos víctimas de la crisis económica. Dos quemados en apenas 24 horas, apenas a 38 kilómetros de distancia.