La pregunta puede resultar injusta, pero según las explicaciones del ex director general deportivo del Real Madrid y el actual entrenador del Málaga, tampoco estaría muy desenfocada. Valdano había sido compañero de Butragueño en las noches europeas del miedo escénico del Bernabéu. La leyenda del ‘Buitre’ no cesa de volar. Valdano todavía recibe la crítica de un grupo de señoras de unos setenta años que toman el té de las cinco de la tarde en el hotel Eurobuilding de Madrid. Señalan al argentino, en voz alta, para que no exista ninguna duda. «Ahí va el gilipollas que quitó a Butragueño«. Y Valdano, el campeón del Mundial de ‘la mano de Dios’ de Maradona, acepta la crítica en silencio.
Pellegrini aún parece un boxeador ‘groggy’, como si fuera 1971 y Alí acabara de perder frente a Frazier en el Madison Square Garden. Se le nota contrariado por su salida abrupta del Real Madrid. No quiere hablar. Todo pasó hace demasiado poco tiempo como para que el olvido minimice el dolor del despido de Florentino Pérez. Pasapalabra elegante: «Yo paso, como en el dominó». Una obviedad: «Fue un gran orgullo estar en el Real Madrid». Asegura que mantiene una «gran comunicación» con Raúl. «Sobre las influencias, sin comentarios…». Unos minutos antes había definido de un modo gráfico el tobogán de la figura del entrenador. «Pasamos de bestial a ser una bestia«.
Valdano, convertido por un momento en el larguirucho argentino que con 19 años aterrizó en el Alavés dirigido por ‘Pajarito’ Ben Barek, presente en el acto en primera fila, ya no está en ese instante para encadenar frases subordinadas colocadas con exactitud. Le puede la sinceridad. «Dentro de un club de fútbol siempre hay peleas, es un entorno muy emocional y cargarse a un ídolo siempre tiene sus consecuencias. Hay intereses y no suelen ser sencillas estas decisiones. Cualquier decisión se convierte en un espectáculo y eso lo complica todo«.
Y Enric González, acaso el cronista más brillante de su generación, desde este lunes articulista de El Mundo tras dos décadas en El País, el moderador del encuentro, formula más preguntas para animar el debate. El público (150 personas abarrotan la sala Benalmádena del antiguo Centro Cívico) insiste en el pasado. González había empezado con un dato: el suicidio de Abdón Porte, el ídolo del Nacional de Montevideo, que no aguantó la voz pasiva: ser retirado (y no retirarse) del equipo titular. No hay preguntas del futuro, ni del presente Mourinhista. Ni rastro del 0-5 en Mestalla. Escasas sobre el Málaga CF.
«La camisa de fuerza del loco»
El mar del fútbol no navega con calma. Quizá jamás lo hizo. Mucho menos ahora, con clubes y presidentes que creyeron (y algunos todavía creen) en el maná eterno de los derechos de las cadenas de televisión y que los euros seguirán lloviendo. Siempre, como sin con ellos no llegara el crepúsculo. Valdano no se corta: «Las sociedades anónimas son una camisa de fuerza que le hemos puesto a un loco, pero el loco sigue siendo un loco«.
Raúl González era «titularísimo», como proclamó una vez Pellegrini, pero su temporada en el Real Madrid coincidió con la chequera imbatible de Florentino. Fueron 200 millones de euros que aparecieron para fichar a Cristiano Ronaldo, Benzemá y Kaká. «Raúl no podía dejar de ser titular nunca. En cuanto lo ponga, va a responder, pensé. Lo puse mucho». En menos escala, también actuó de verdugo profesional de Guti y en su etapa en River Plate. No menciono al Villarreal en ningún momento.
Cuando Raúl debutó en La Romareda (29 de octubre de 1994), la máxima preocupación de Valdano fue atender a Butragueño. «Emilio, ¿necesitas que te lo explique?». «No te preocupes, Jorge. Yo más o menos lo entiendo, pero en mi casa el único que lo entiende soy yo», le contestó Butragueño, que acabó jugando al fútbol en México. Y Raúl, ahora en Qatar, disfruta del fútbol, ratifica Valdano, «sin la exigencia del superprofesionalismo». «En el Real Madrid», precisa, «no estaba hecho para un papel secundario».
La «sobreprotección» de los «nobles» futbolistas
Los jugadores ahora gastan fama de ‘prima donna’, con estructuras de club que no contribuyen a la madurez de los profesionales. «Los estamos sobreprotegiendo; no saben elegir el menú de un restaurante o sacar una tarjeta de embarque, pero siguen siendo la parte más noble del fútbol. Se relacionan en un ambiente bastante presionante con mucha naturalidad», sentencia Valdano.
¿Y cómo se afronta el declive del entrenador? Valdano ya no lo es. Promete que no volverá a serlo. Lo detalla: «Tiene que ver con el hastío, con mirar hacia dentro y si la ilusión es la misma o no. Es difícil comunicar si no se tiene una enorme ilusión por la tarea de entrenar«. Pellegrini todavía no ve su crepúsculo, aunque ya observa algunos indicios de ese principio del fin: «Con algunos jugadores tienes 40 años de diferencia. La declinación del ser humano es inevitable, pero vamos a tratar de prolongarlo lo máximo posible», avanza.
Enric González también quería prolongarlo algo más, pero tenía el tiempo ajustado. Veinteañeros se fotografían con el ‘Ingeniero’ del Málaga de Champions y Valdano, a preguntas de los reporteros, no desea que sus labios pronuncien la palabra Mourinho. Tampoco opina si la suplencia de Casillas en La Rosaleda fue el principio del fin que ya sufrieron Raúl y Butragueño, el ‘Buitre’ del área que rememoran las señoras del té de las cinco en el hotel Eurobuilding.