Aquel 7 de noviembre de 2001, sentado en su sillón del CGPJ (Consejo General del Poder Judicial), el juez Agustín Azparren sufrió dos duras experiencias. La más terrible: ETA había asesinado esa mañana en Bilbao a su compañero José María Lidón. Azparren se estrenaba como vocal independiente en el nuevo equipo de 20 miembros del CGPJ, que tenía que elegir a su presidente y al del Tribunal Supremo.
La otra amarga experiencia no tardó en aparecer. Había que consensuar un texto entre los magistrados. La discusión crecía. En ese momento, uno de los vocales se levantó y dijo: “Los de nuestro grupo, venid un momento”. Once personas reunidas en una salita contigua. Luego, otro vocal repitió idéntica consigna con sus jueces afines. Un grupo era del PP; el otro, del PSOE. Agustín Azparren (La Laguna, Tenerife, 1952), que llevaba 21 años en la jurisdicción de instancia, se quedó solo. Él fue elegido por consenso por los dos principales partidos. Así es la soledad del juez independiente.
“Es frustrante ver la influencia política que hay dentro del CGPJ, todo funciona por bloques. El CGPJ, que es quien hace los nombramientos importantes del Tribunal Constitucional o Tribunal Supremo, está más que politizado, ‘partidizado’: ese es el grave peligro para la independencia judicial”, denuncia Azparren en una entrevista concedida a El Confidencial tras su fichaje como socio internacional por el despacho de abogados andaluz Martínez Echevarría.