Los primeros compases del partido parecían ofrecer idéntico patrón de juego que el del partido de ida. No había ninguna duda: el balón era patrimonio del Oporto y el Málaga ofrecía pases imprecisos, inconexos. Los nervios eran evidentes y los portugueses desplegaban un ataque serio, vertical y plagado de minas para los intereses blanquiazules.
El rostro de Pellegrini tampoco mostraba buenas noticias. De pie, con las manos en los bolsillos, el entrenador del Málaga exigía adelantar la línea de presión de sus jugadores, incapaces de exhibir el elevado nivel que deslumbró en las primeras eliminatorias de la Champions.
El Oporto continuaba con la presión pero a partir del minuto 20 de la primera parte el Málaga, se desperezó con algunas internadas de Joaquín y sobre todo con un gran golpe fuera del área tras un saque de esquina que propició un rotundo paradón del portero portugués. En el minuto 38 Saviola marcó tras un rechazo del portero y con Baptista por el suelo. Al brasileño le habían hecho penalti y el árbitro no lo pitó. Apenas dos minutos llegó un gran gol de Isco, el tocayo del nuevo Papa argentino.
Segundo asalto. Cuando el Oporto se quedó con diez jugadores, el escenario ya era diferente. Apareció la confianza, ese valor intangible y tan decisivo. El Málaga ya no tenía prisa. Elaboraba las jugadas con mimo, como si el partido durara un tiempo ilimitado. Eso sí, esa parsimonia también tenía otra lectura: al equipo le faltaba frescura en ataque, las ideas se agotaban. La ventaja era que el Oporto ya había jubilado la pólvora del la primera parte.
El éxtasis llegó con el gol de Roque Santa Cruz a la salida de un córner, nada más saltar al campo. Fue en el minuto 77. El resto del partido pudo marcar el Oporto. También el Málaga. Isco regateaba en el área, perdía tiempo. El árbitro pitó cuatro minutos más de juego. Nervios y más nervios. Se remontó el partido. No hay nada imposible. Como en el Vaticano, noche histórica en La Rosaleda. Quedan más. Al laico Pontífice aún le queda mucho repertorio. ‘Habemus’ Isco. ‘Habemus’ Santa Cruz.