Frente a la solitaria playa pasé el Fin de Año. Supe que aquella casa encanecida, con achaques de humedad y música desconcertante, contenía algunos secretos que estaba a punto de descubrir. Fue la primera vez que vi aquel espejo de la memoria, un cruel viaje por tiempos ya inalcanzables.
La casa envejecía como la Nochevieja. Cuando entró el invitado me di cuenta de mi ingenuidad. No quería cenar con un conocido tan diferente a mí. En la primera uva oí mi disparo. Me acababan de tirotear al corazón de mi infancia, cuando mi abuela me pelaba las doce uvas. La última campanada de 2013 coincidió con la luz tímida de un faro lejano. 2014 me observa con ilusión.