La clave es no lanzarse antes de tiempo. Dejar que el resto de aspirantes se queme, aglutinar –más– adeptos susanistas y presentar su candidatura al congreso de julio para venderla como si fuera por aclamación. Esa es la primera etapa del plan de Susana Díaz, una política que con menos de 40 años sabe que le ha llegado su hora para intentar el definitivo asalto al poder nacional orgánico e institucional, como confirman a este diario distintas fuentes consultadas del PSOE andaluz.
Díaz quiere ser secretaria general del PSOE, convertirse en la lideresa indiscutible del partido. Pero no sólo eso. También ambiciona presentarse a la Moncloa mediante primarias apoyándose en el todopoderoso aparato del socialismo andaluz, que ella controla con mano férrea. ¿Los obstáculos? Dos: primero, necesita que en el congreso de julio la Secretaría General la elijan los delegados, no las bases, porque en ellos son mayoría en Andalucía. Y dos: fue auspiciada por José Antonio Griñán para ser número 1 del PSOE-A y presidenta de la Junta, y necesita el apoyo en votos de los ciudadanos andaluces para considerarse legitimada para el cargo. No le gusta nada que le recuerden que no ha sido elegida por los ciudadanos jefa del Gobierno andaluz.