No era un buen momento. La crisis, sin ser tan grave como la de estos últimos años, era también dura. Aún así, la tecnópolis andaluza abrió en diciembre de 1992. Dos años y medio antes, desde abril de 1990, Felipe Romera ya trabajaba en el proyecto. El director general del Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) lidera ahora una etapa volcada en la segunda ola de innovación. El PTA, con sede en Málaga, que concentra el 1,5% del PIB andaluz y cuyas empresas facturan 1.500 millones de euros, atrae a más multinacionales que nunca (Oracle, Ericsson, ITRS, BBVA, Accenture o Indra) y firmas locales con nítida vocación global.
Desde su fundación, el recinto, como cualquier parque, aspiraba a convertirse en la versión ibérica de Silicon Valley. Y el malagueño no se quedaba atrás. La primera ola de innovación consistió en cambiar la cultura de escaso apego de las empresas del territorio a la tercera letra de este tridente del conocimiento: I+D+i. Luego se apoyó a los emprendedores con el centro de incubadora empresarial Bic Euronova como gran referencia. Fruto de ese empuje nacieronIngenia, Novasoft, Isofotón [estas dos han sufrido severos ERE] y AT4 Wireless en un entorno donde se crean 100 empresas al año (una de ellas de rápido crecimiento) y se mueren 80.