Atención: ¡Spoilers!
¿Don se tira o no se tira? ¿Regresa con Betty? ¿Sally viaja a Madrid? ¿Roger seguirá en la agencia?
La estética, pero no sólo la estética. Colores vivos, la esencia de una época que transformó América, como les gusta decir a los estadounidenses.
Unos diálogos muy depurados e inteligentes, para espectadores de paladar exquisito. Entretenida, lenta cuando quería, brillante, rotunda, con artificios necesarios. De realismo hiperbólico. Con personajes tan creíbles que te los llevarías -de nuevo- a California o a Madison Avenue.
Hemos sufrido con Don Draper. Sabemos lo ligón o lo mal padre que es. También que es generoso, presumido y aventurero. Conocemos sus debilidades y su fortaleza como adorable encantador de serpientes. Draper como metáfora del éxito y el fracaso indisolublemente unidos.
Mad Men se ha despedido con una sonrisa, sol y alegría. Un optimismo quizá inesperado de esos locos de Madison con los que hemos convivido tantos años esperando la aparición luminosa de personajes como Peggy, Campbell o Joan.
¿Acaso no hay mejor final para la mejor serie de todos los tiempos?
Bienvenidos al club de los viudos de Mad Men.