Acaba de terminar el mitin de Albert Rivera y Ana Alcolea, de 64 años, y Emilio Matarín, de 68 años, aplauden, como si fuera el Mesías esperado, los mensajes “anticorrupción y equilibrados” de su paisano catalán. Alcolea y Matarín, jubilados, residentes en Barcelona, viven cuatro meses al año en Málaga. Alquilan un apartamento en la calle Larios, la calle principal de la ciudad (y la más cara) y representan a esos exvotantes del PP desencantados con Rajoy. Ellos forman parte de las 1.000 personas que han abarrotado el NH Málaga para escuchar los 30 minutos de intervención de su ídolo.
No es la primera vez que Rivera actúa en este hotel ubicado junto al Guadalmedina, un río seco que cicatriza la ciudad. Ya había estado otras dos veces en precampaña y campañas de las andaluzas. Ahora viene a respaldar a Juan Cassà, candidato a la Alcaldía de Málaga, la que quiere convertir Ciudadanos (igual que el PP de Málaga) en “la tercera ciudad de España” (con permiso de Valencia, Sevilla y Zaragoza…).