Nunca supe descifrar lo que pasó aquella noche en la que nos hicimos las promesas más bonitas del mundo. Cuando te convertiste en un sueño permanente, en un faro de luz inmensa. Sé lo que dijiste. Sé lo que nos quisimos, cegados por el incendio de la pasión. Ahora somos otros, seres distantes y distintos. El pasado es el peaje de la memoria.
Te imagino, en esta tarde última, llevando el vestido de fantasía. Pienso en ti de nuevo, como tantos días, como tantas madrugadas solitarias, deseando brindar por el año que ilumina sus primeros destellos. Y estoy de nuevo contigo leyéndote estas líneas automáticas, improvisadas. Me miras, te miro. Somos el mismo abrazo, cálido. Hace ya un cuarto de siglo que te fuiste. Fue en una Nochevieja. Éramos eternos.
