La Junta de Andalucía quiere garantizar por decreto ley que todos los menores andaluces coman tres veces al día. En la casa de Mari Paz Padial y Pepe Fernández, de 25 y 29 años, eso ya es imposible. Esta familia de Granada no puede alimentar con propios recursos a sus cuatro hijos. Viven en Casería de Montijo, un barrio humilde de la ciudad andaluza, de 5.000 habitantes, el 50% en paro. Sin ahorros, con deudas, ambos están desempleados y no reciben ningún tipo de prestación social. Álvaro (7 años), Jairo (6 años), Darío (año y medio) y Coraima, de apenas cuatro meses, forman parte de ese 6% de la población infantil andaluza que vive en extrema pobreza. Son los niños del hambre.
La pequeña duerme una siesta mañanera. Mari Paz tuvo su primer hijo con 18 años. A los 13 ya estaba saliendo con su primera pareja. “Estaba enamorada y luego la cosa salió mal”, declara la joven granadina, que siempre elige para vestirse ropa negra y cómodas zapatillas de deporte. Ella es adoptada. Con siete meses su madre adoptiva se quedó con ella. Su madre natural no podía cuidarla. Eran seis hermanos (una hermana falleció hace siete años al atropellarla un coche). Tres de ellos están desempleados. Tan sólo trabaja uno de ellos, empleado en una pizzería llamada Pinocho.
Tras cuatro años como pareja de Pepe, Mari Paz se quiere casar el 8 de junio, pero aún no tiene el vestido de novia. No le queda bien ninguno de sus hermanas, primas o amigas. Tras alumbrar a Coraima (“siempre me ha gustado ese nombre, así les llamaba a mis muñecas. Coraima es de origen árabe”), se hizo la ligadura de trompas y empezó a engordar. Y enseña una foto de hace un par de años cuando pesaba 20 kilos menos. “No vamos a gastar dinero en la celebración. Sólo me quiero casar para que mis padres me vean vestida de blanco. Son ya mayores y les quiero dar esa satisfacción”. Quieren invitar a un par de refrescos y cerveza en la terraza de un bar del barrio. Su hermano ya está congelando pizzas para ese día.
Admite que no sabe si podrá cumplir con su deseo. Su situación económica ha empeorado tanto en los últimos meses (deben 300 euros al banco) que quizá no pueda celebrar la boda. Su marido, al menos, ya tiene traje: se lo ha prestado un primo suyo. Mari Paz ha trabajado hace un par de semanas en Jazztel de comercial, tocando puertas para que sus vecinos contrataran los servicios de la empresa de telecomunicaciones. Por Granada se movía bien, pero le dijeron (“sin estar asegurada”, recalca el marido), que cogiera el coche para captar clientes por toda la provincia. No podía, porque no tiene coche. Su Seat Ibiza de 15 años de antigüedad lo vendieron el pasado mes de agosto por 500 euros. “No tengo ni para recargar el bonobús”, lamenta, mientras cambia el pañal de Coraima.
Cuando vendieron el coche también se mudaron a la pequeña casa donde residen hoy, una planta baja de apenas 50 metros por la que pagan 350 euros (incluida luz, agua y comunidad). El casero se la dejó luego en 320 euros, pero ya llevan un par de meses sin pagar el piso. Pepe recibía hasta el mes pasado 426 de euros de ayuda por manutención, menos 100 euros que tenía que dar a su exmujer, con la que tiene dos hijos.
Ganaba 1.300 euros al mes
Hace un mes parecía que Pepe por fin tendría ingresos regulares. Renunció a la ayuda tras lograr un contrato para recolectar espárragos. El empleador era un estafador. El trabajo no existía y ahora quiere contratar un abogado para ponerles una demanda. ¿Con qué dinero? El mismo (cero) con el que no pagan los medicamentos en la farmacia o las chucherías de los niños. Los comerciantes del barrio les invitan como pueden, cuando pueden. Todavía dan de comer a sus hijos gracias a la solidaridad el barrio, sobre todo, de José Luis, el párroco, y de la Asociación de Parados de Casería de Montijo, que les dan macarrones, lentejas, fruta y leche. El reparto lo hacen el jueves.
Pepe, que abandonó los estudios a los 14 años, se puso a trabajar para ayudar a su madre, ahora impedida. Su padre murió hace 11 años. Era alcohólico. Como peón de la construcción llegó a ganar 1.300 euros al mes. Vivían sin lujos, mirando el dinero, pero sin problemas. Incluso podían pasar 15 días de agosto en Torrenueva, en la Costa Tropical granadina. El apartamento lo pagaban sus padres. Sus hermanos y cuñados sufragabanla comida.
En su casa de la Avenida de los Alfareros la familia apenas hace vida. Duermen y muy poco más. Álvaro, el hijo mayor, de siete años, no duerme con ellos. Lo hace en casa de su madre, a 200 metros. La abuela, Eloína García, tiene 70 años y parece una Mama italiana de cine en blanco y negro. Una mujer fuerte, decidida y valiente que prepara la comida a todos sus hijos y nietos. Comen por turnos. Hoy viernes hay cocido. A Mari Paz no le gusta y su madre le prepara un bocadillo de chorizo y morcilla. Se deja la mitad.
“Yo creo que esto va ir a peor. Y si…”
Este verano sabe que se quedaran sin Torrenueva. La felicidad parece en estos momentos una quimera. Y aunque sonríe con frecuencia, enseñando una dentadura imperfecta, Mari Paz padece ataques de ansiedad. “Yo creo que esto va ir a peor”, asegura. “A ver si nos vamos a matar todos en la calle por un cacho de pan”. Coraima llora. Darío está tranquilo. “Muchas veces, cuando me levanto, me pregunto: ¿Y si me quito la vida? Porque es que me veo fatal. Yo nunca he pasado por esto antes. Yo le pedía algo a mi madre y me lo daba. Ahora yo veo que mis niños me piden algo y no se lo puedo dar”.
– Tienes cuatro cosas por las que luchar-, anima Jesús, el fotógrafo.
– Sí, ya, pero también es muy duro tener cuatro hijos y entrar en una tienda y no poder comprarle unos zapatos a mi niña. Estas botas me costaron un euro. Y son las únicas que tiene. El chándal del colegio de Álvaro es carísimo. Está yendo con los uniformes antiguos de mis sobrinos.
De camino a recoger en la guardería a Darío, de año y medio, Pepe admite que hace dos años que no puede regalarles nada por Reyes. El niño, que todavía no anda sólo, prefiere gatear, aunque se mantiene de pie sin problema. Está en la clase llamada “Nido Los Gusanitos”, con decoración de apacibles tonos azules. En la mesa hay un libro titulado María, detective. La guardería pertenece a la Obra Social de Caja Granada. La directora del centro educativo se solidariza con la pareja granadina.“Con todo lo que tienen encima, se merecen toda la ayuda, son muy jovencillos”. Mari Paz llora. “¡No cobramos nada! Esto tiene que acabar. Que acabe rápido, si no esto va a acabar conmigo”, solloza.
La ayuda a los rumanos
La guardería está situada en el barrio del “polígamo”, repiten una y otra vez los padres de los cuatros niños. El polígono es un sitio tranquilo de día, pero conflictivo de noche por el tráfico de drogas. Los taxistas no se atreven a entrar. A las 13.15 se encuentran con Borja Martínez, de 21 años, entrenador de fútbol sala de Álvaro en Benjamín y Jairo en Prebenjamín. El jueves tuvieron su primer partido. Ganaron 9 a 7.Tiritona, una perra del sobrino de Borja, juguetea con el cochecito para dos donde Darío y Coraima descansan en esta mañana traviesa de sol y nubes. Sin frío, ni viento.
En el camino para recoger a Álvaro en el colegio concertado Santa Cristina, se encuentran a una cuñada de Mari Paz que trabaja en labores de mantenimiento. Tiene prisa. “Bueno, que me voy a guisar”. Pero antes, critica: “Sólo ayudan a los rumanos. Si fuéramos inmigrantes tú verías cómo nos ayudaban y tenían trabajo”.
Asociación de Parados. ¿El lema? Hormiga y dos espigas de trigo: Trabajo y comida. Su responsable, Santiago Cortés, 42 años, se enorgullece de haber incorporado a más de 150 familias al mercado de trabajo. El año pasado, el 17 de mayo de 2012, estuvieron 19 días de huelga de hambre. Se encerraron en la curia del Arzobispado de Granada. “Nosotros fuimos los primeros en paralizar la subasta de un banco y estamos en la lucha obrera desde hace más de cinco años. Tenemos ya 560 socios en nuestros listados”, explica, tras apostillar el daño que ha hecho “La cartilla del desamparo [refiriéndose a la cartilla del desempleo] con lo que nos maltrata el Gobierno”.
Álvaro sale a las 14 horas del colegio. De vuelta a casa de Mama Eloína, para que coma el niño. No es el único que come de prestado. Antonio, de 43 años, uno de los hermanos de Mari Paz, lleva una bolsa llena de tuppers que ha recogido en casa de su madre. Tiene dos hijos, paga una hipoteca. Dentro de seis meses se le acaba la ayuda familiar. “Veremos por dónde sale esto, esto va a pasar del miedo a la desesperación”, precisa. Acaban de intentar engañarle. Le han ofrecido 800 euros por conseguirle un empleo. Pagar por trabajar. No cobrar tras trabajar. En otras entrevistas le ponen su edad como excusa para no contratarle.
Gracias a la pensión de 700 euros
Antonio Padial tiene 78 años y es el patriarca. Se sienta en un lado del sillón. Ahora tiene bigote. Hace unos pocos meses se afeitó una barba enorme y pobladísima, a loRobinson Crusoe. Tiene el salón plagado de trofeos y medalla de petanca. Antonio trabajó en el campo y de conserje. Consiguió ahorrar unos 10.000 euros, “Ahora ya está todo gastado para darles de comer a todos”, lamenta, mientras se fuma un cigarrillo rubio de liar. Toda su familia vive de su paga de pensionista de 700 euros. Antonio también pasa apuros: se gasta 200 euros en luz. Las hermanas de Mari Paz (Paloma, de 33 años y Pili, de 42 años) esperan a que Pepe se termine el cocido y Álvaro y Darío el puré con salchichas para comer también ellas. “Papá, ¡Que te pareces al Tío La vara de José Mota con esa gorra y el bastón!”, dice Paloma.
A las 15 horas hay que recoger a Jairo en el colegio. El profesor está esperando a la familia. Ya están todos. Jairo, que lleva una camiseta de Spiderman, “flipa con las motos guapas”, es hiperactivo y cariñoso. También es sonámbulo. Se pelea mucho, demasiado (y viceversa), con Álvaro. De vuelta a casa de los abuelos donde Antonio los espera durmiendo, Eloína viendo Amar es para siempre).
Mari Paz entra en una habitación donde hay un ordenador que funciona con una versión prehistórica de Windows. Crea una cuenta de Twitter (@mari_morena_25) y deja su mail: (la_gata_xula_18@hotmail.com) para contactar con Toñi Moreno, presentadora de Tiene Arreglo, de Canal Sur TV. Ella tiene fe en la tele. Hace unos meses contactó con el equipo de este programa de testimonios, pero aún se han puesto en contacto con ella. “Me dijeron que mi caso era urgente por tener cuatro niños, pero aún no me han llamado. Espero que lo hagan cuanto antes”.
A sus 25 años, Mari Paz ya ha madurado. La niña que se compraba las revistasSuperpop y Bravo, y el flamenco de la leyenda Camarón de la Isla, sólo espera una ayuda. No va mucho a la Iglesia, pero reza a Fray Leopoldo. Y suspira por una llamada del programa de Toñi Moreno para que toda Andalucía conozca su caso. En su hogar, el risueño de Darío sigue remolón: gatea y no anda. Coraima se acaba de despertar de la siesta. Álvaro y Jairo acaban de hacer las paces. Y en un rato se van al “parque de los chinos” para tirarse del tobogán y jugar al columpio. Esta noche cenarán lo que ha sobrado en casa de su abuela. Y mañana…