Luis Pizarro se enroca. No va a dimitir como parlamentario andaluz, pero ahora que carece de sillón de consejero está dando que hablar. El miércoles por la tarde ni miró a la cara a José Antonio Griñán. Ayer continuó en las mismas hasta que el presidente de la Junta le agarró cuando menos se lo esperaba y provocó un estrechón de manos, a la fuerza y sin convicción. Se trata de una reconciliación ficticia para intentar calmar al PSOE de Cádiz, en pie de guerra tras la dimisión de su alma mater.