En Málaga, en la avenida Juan Sebastián Elcano, existe un lugar que nadie debería perderse. Tú tampoco, forastero/@. Llego el sábado por la noche, sobre las 11.30 horas. «No me lo esperaba así. La gente es joven. Es surrealista». Esto es el Pimpi Florida, una suerte de santuario de la copla, las gambas, el Dúo Dinámico y lo que encarte de música. O de compañía de baloncestistas. Ese post de Garbajosa.
La gente se presenta. Intercambio alcohólico. Humo platino. Compartiendo vino y tras el montadito de lomo, llegan las confidencias inesperadas. Insólitas. Esas asignaturas pendientes, ya recuperadas y aprobadas con nota. La bioquímica del amor y de vidas cruzadas se trufa con los primeros compases del Novio de la Muerte, esa plegaria que cantan los legionarios el Jueves Santo al Cristo de Mena. Dos individuos a hombros, cada uno en cada extremo del bar, acaban juntándose y abrazando. «Nadie en el Tercio sabía»… De punta a punta hacemos la ola y miro un collague con Miguel Molina y otros copleros. Marisol, reproducciones cofrades y exóticos cánticos. «Todavía no me lo creo. No tenía ni idea que esto era así».
Esto es el Pimpi de El Palo aunque se apellide Florida.