Escenario en el teatro art-decó. Cuando fue cine observé las acrobacias Dirty Dancing (y Loma vio Gandhi). Entro en el Echegaray con titubeo. ¿Y si no me gusta el seguramente brillante trabajo arquitectónico de Paco Peñalosa y Salvador Moreno Peralta? Desaparecen las dudas. Las vidrieras restauradas. El teatro tal y como se concibió en 1931. Dentro, eso sí, todo se ha transformado con eficacia y vanguardia. Butacas amarillas, naranjas y rojas. Ya comienza la función. Dry Martina en concierto.
Tocan endiabladamente bien. Con sumo gusto. Ella (Laura Insausti) canta como una diosa mayor. Y el público interactúa con placer, aunque algo tarde. Swing, retropop, jazz. Un repertorio de versiones y otras canciones muy suyas, como Musarañas u Hoy, conforman un registro musical generoso y agradecido al máximo que irá a más.
La espontaneidad, la acertada elección de los temas y el humor en el directo acentúan un registro musical que nadie debería perderse. Yo, como cantó Laura el sábado por la noche, «me llevé puesto lo vivido»…